Compay Segundo cantó a la Virgen de la Caridad del Cobre
Colaboración de Roberto Leliebre
Sí, Máximo Francisco Repilado Muñoz, el legendario Compay Segundo (Santiago de Cuba, 1907-La Habana, 2003), como muchos buenos cubanos se inspiró alguna vez en la Virgen de la Caridad y le dedicó la no tan conocida composición “Balcón de Santiago”, una de las más bellas de su extenso repertorio. No digo que es la más bella que le han dedicado a la Santa Patrona de Cuba por no pecar de absoluto, y porque mi criterio de simple diletante forzosamente estaría influido por la gran admiración que me infunde toda la obra autoral de Compay Segundo. Además, empezaría riñendo con quienes razonablemente ponderarían primero a la más conocida y cantada de todas las que han tenido a nuestra virgen cobriza en la mira, la del célebre sonero y compositor, también santiaguero, Miguel Matamoros: “Mi veneración”, cuyo estribillo es casi un himno en boca de los cubanos:
Y si vas al Cobre
quiero que me traigas
una virgencita de la Caridad.
No preciso aquí hacer relación de las obras musicales dedicadas a nuestra Patrona —son más de veinte— porque otros ya lo hicieron con encomiable precisión.[i] Solo quiero comentar “Balcón de Santiago”, de Francisco Repilado. El título y los primeros versos de la canción no orientan hacia una composición devota, sino al encomio de las bondades de Santiago como ciudad, como también hace la de Miguel Matamoros. Suelo pensar que aunque tienen similar tratamiento literario y son igualmente bellas, hacia la década de los 50 que fue cuando dio a conocer Balcón de Santiago”, Compay Segundo, si bien ya era conocido, no gozaba de la notable celebridad que acompañaba al Trío Matamoros desde treinta años antes. Pero también vale anotar que otros compositores ilustres como Ernesto Lecuona, María Teresa Vera y Sindo Garay (2) tributaron obras a la Caridad del Cobre y tampoco consiguieron “pegar” como Mi veneración, así que lo de Matamoros es puro “ángel” y lo demás cuento.

Tomado de: Radio Cadena Habana
Compay Segundo logró notoriedad nacional e internacional después de haber cumplido 85 años. El éxito fue tardío pero arrollador y opacó no solo su trayectoria anterior, también catalizó la gran acogida de las composiciones de esa nueva etapa, con preeminencia absoluta para “Chan-Chan”, que también vino a convertirse en himno en boca de los cubanos, y estas nuevas obras por simple carambola, de algún modo velaron los merecimientos de otras anteriores, entre ellas la mencionada “Balcón de Santiago”.
Casi se desconoce su paso como clarinetista de la Banda Municipal de Santiago de Cuba, la misma que por concurso ganó en 1929 el derecho de participar en la inauguración del Capitolio Nacional en Ciudad de La Habana; posteriormente, ya instalado en La Habana, también trabajó como clarinetista en la Banda de Bomberos del poblado Regla y en el conjunto de Miguel Matamoros. Etapa definitoria para el futuro sonero, pues tuvo como instrumento base al clarinete, es decir, al culpable de que sus composiciones, aun los sones que se apoyan en una letra picaresca, traigan al pecho ese eco de anticipada nostalgia que caracteriza a la música de monte adentro. Su hijo Salvador, albacea-continuador de la obra de su padre y actual director del grupo “Compay Segundo”, reveló en reciente entrevista que el Compay, cuando iba a montar para el grupo una nueva composición, trabajaba el arreglo musical con clarinete y luego lo adaptaba a la guitarra, a su guitarra, que no era como las otras.
También suele mencionarse casi de pasada su etapa como voz segunda del popular dúo Los Compadres (1949-1955), junto al también sonero y coterráneo Lorenzo Hierrezuelo, Compay Primo, después de haber integrado varias agrupaciones de música tradicional y conocido un éxito discreto, aunque no tan discreto para un principiante que trataba de abrirse paso en la capital del país entre las luminarias de la época. Sin embargo, la gran acogida y el éxito de ese dúo lo llevaron a sacar de sí las mejores notas de su talento como compositor e instrumentista y en esa etapa dio a conocer composiciones dignas de cualquier antología. De modo que cuando Lorenzo —su acento agudo de impecable afinación y genuino sabor guajiro identificaba el sonido del dúo—, lo apartó para colocar a su hermano Reinaldo Hierrezuelo, Compay Segundo no sólo se llevó el seudónimo con que se haría célebre en medio mundo y algunas de las composiciones más emblemáticas, sino también la armonía musical que el nuevo dueto, aunque heredó el sonido campechano del anterior, no volvería a conseguir.
Después que abandonó Los Compadres formó un conjunto sonero con el nombre Compay Segundo y su Grupo, en el que tuvieron participación vocalistas privilegiados como Pío Leyva y Carlos Embale, y dejaron grabadas composiciones memorables de la autoría de Repilado, entre ellas la aludida Balcón de Santiago. Fue un grupo sui generis por el sonido, donde el instrumento protagonista era una trompeta con sordina que “soneaba” de lo lindo y, al menos en la zona oriental, consiguió tanta aceptación como Los Compadres. Luego que Embale y Pío Leyva tomaron rumbo propio, Repilado reorganizó el grupo; incluyó como instrumentistas a sus hijos Salvador y Basilio, y lo rebautizó Compay Segundo y sus Muchachos.
Con esa agrupación se mantuvo hasta que, como muchos conjuntos establecidos (entre ellos Los Compadres), su música vino a menos con los fuertes acontecimientos sociales posteriores al triunfo de la Revolución en 1959, y obligado a un casi retiro artístico, pero sin dejar del todo a “sus Muchachos”, retomó el oficio de tabaquero, que dominaba desde los quince años, y como tal se jubiló laboralmente en 1970. Después trabajó con sus Muchachos en instituciones y círculos de recreación; oscuro, sin verdadero reconocimiento, sólo amenizando con su música el ambiente festivo de turno. A finales de los años 80 regresó a Santiago de Cuba envuelto en la misma oscuridad. Con viejos colegas organizó un pequeño grupo sin nombre reconocido, con el cual estuvo animando unidades turísticas en la zona playera del litoral que va de Siboney a Baconao. Un verdadero viaje a la semilla, porque él había nacido en el mismo Siboney ochenta años antes y allí vivió hasta pasada la adolescencia cuando la familia se mudó para Santiago-ciudad a luchar por la subsistencia.
Parecía un regreso para morir en sus predios, pero todo indica que a esas alturas él no pensaba seriamente en la muerte; tenía 82 años cuando en una conversación informal de conocidos a la que asistí de mirón y entrometido, le escuché decir sonriente: <<… A mí no me duelen ni los callos.>>Y en efecto, aún faltaban diecisiete años para el hecho inevitable y, paradojas del destino, serían los más aplaudidos en su larga vida de artista popular. Apenas un año después de emitir aquel dicharacho divertido, el eminente musicólogo santiaguero Danilo Orozco, que venía rastreando en la música tradicional de Oriente, lo “descubrió” y lo llevó como invitado especial, junto al Cuarteto Patria y Marcelino Guerra, al Festival de Culturas Americanas Tradicionales que se celebró en el Smithsonian Institute de Washington… Y comenzó el despegue que todos conocemos. A los noventa años de edad, la presencia de Compay Segundo llenaba las salas de teatros nacionales y foráneos como cualquier rockero de moda. Desde un casi total olvido, hizo un trayecto ascendente de la Casa de la Trova de Santiago al Salón Mambí de La Habana, al Olympia de París, al Carnegie Hall de Nueva York y a la mismísima Sala Nervi del Vaticano donde actuó ante Su Santidad, el papa Juan Pablo II, cuya afectuosa mano pudo estrechar como la de un compadre. Si no es un milagro de la Virgen de la Caridad, ignoro de cuál otro modo nombrar a ese hecho único en la historia de la música cubana.
Y como era de esperar, llegaron en masa las nuevas grabaciones, algunas con carácter de antologías en las que tuvieron cabida viejas composiciones como las que nos ocupa: Balcón de Santiago. De la nueva versión se encargó el dúo femenino Evocación; él, como siempre, iba detrás empujando, apuntalando con su gorda voz de meter miedo a los niños. El sujeto lírico de la canción es un viajero que regresa al terruño santiaguero, entra por la carretera central (no existía la actual autopista) y desde las Alturas de Quintero, auténtico mirador natural, se embelesa con las bondades de su ciudad:
Cuando yo llego
a mi Oriente querido.
Cuando yo asomo
al balcón de la capital.
Cuando yo siento sonar
las campanas de la Catedral
doy un salto de alegría
y le digo a los viajeros:
¡Estamo` en Santiago!
A continuación dice su fe en la protección de la Virgen y promete confidencia íntima de hijo bueno, aprovechando que cuando se entra o se sale de Santiago por la carretera central, desde la Loma de la Clarita se aprecia en lontananza el Santuario de El Cobre, donde mora la Patrona de todos los cubanos:
Como custodia dejo atrás
la Virgen de la Caridad.
La que me vio partir.
La que me vio llegar.
Ya te diré, te diré mis penas.
Ya te contaré,
te contaré mis alegrías.
Cuando yo me vaya
te diré adiós, adiós,
Virgen mía.
Luego viene el estribillo, cálido y dulce como amerita el motivo, pero no deja de ser pegajoso porque en definitiva es un son cubano:
Coro: Cuando me vaya te diré
te diré adiós,
Virgen querida de mi adoración.
Guía: Virgen milagrosa
que en sitio ideal
tú cuidas de Oriente
mi suelo natal. (Sigue hasta el final)
………….……………………………………..
Si a toda esa sentida poesía agregamos la euritmia de la melodía, la calidez de las voces, la atinada correspondencia del arreglo instrumental, todo lo que no es posible expresar con palabras, veremos que sí, que estamos ante una de las canciones más bellas que le han dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre y su autor es una leyenda personificada, un vástago del Santiago que era orgullosa capital de la provincia Oriente: el inolvidable Compay Segundo que moriría a los 95 años sin quitarse esa sonrisa tan suya, sin resentimiento por el largo ostracismo interno ni vanidad por el clamoroso triunfo final. Pocos como él han merecido LAS LLAVES DE LA CIUDAD que le entregaron en el Ayuntamiento santiaguero entre acordes de su emblemático “Chan Chan” interpretado por la Banda Municipal de Santiago, su Banda de 80 años atrás integrada ahora por músicos bisoños, como homenaje en vida a uno de los hijos más ilustres de Santiago de Cuba.
……………………………
- [i]Ver: La Virgen que vino del mar/Antología de poemas y canciones a la Virgen de la Caridad del Cobre (Compilación, introducción y notas de León Estrada. ( Stgo. de Cuba/2012). Edición de la Comisión Diocesana para la Cultura y Comisión Diocesana de Pastoral de la Comunicación. Y también: La Caridad del Cobre. Virgen de la esperanza (Fonograma de Bis Music, con nota discográfica de Olga Portuondo. La Habana, 2012). [i]
- También otros más contemporáneos como el pianista José María Vitier, el trovador José Aquiles y el padre Jorge Catasús.









