Para enmarcar en el recuerdo: la hermana Anuncia en el Patio de los Sueños

Y contará la leyenda que cuando se le comunicó que sería la invitada del Patio de los Sueños del mes de septiembre, las lágrimas acudieron prestas a sus ojos, por la emoción y el agradecimiento. Y agregará, que desde entonces su desvelo fue tal que casi se convirtió en una organizadora más, y trató de coordinar cada detalle de la futura entrevista en un espacio en el que siempre estuvo del otro lado, entre el público, “quejándose” cuando no escuchaba bien al entrevistado, a disfrutando como una niña con cada anécdota, actuación u ocurrencia, de esas que siempre trae el anfitrión José Orpí.

Todo ello contará la leyenda, esa que necesariamente vendrá en un futuro cuando se hable de ella, por todo lo que ha sembrado en estas tierras “del otro lado del charco”, en esta Cuba donde pronto habrá pasado la mayor parte de su vida, en este Santiago de Cuba que la acogió con mucho cariño, como no podía ser de otro modo, porque no es gratis, es solo el que con su vida se ha ganado.

La hermana Anunciación Izquierdo, misionera claretiana, o sencillamente Anuncia para todos sus amigos, que son muchos, como todos los que se pueden cosechar en noventa años de vida, en no pocas décadas más dedicadas al servicio; Anuncia, pues, fue la invitada especial en el regreso del espacio Patio de los Sueños. Y lo de especial, no es mera formalidad, sino que pronto se encargó de demostrar que “su patio” sería único.

La hna Anuncia en el Patio de los Sueños

Luego de la presentación inicial de Orpí, Anuncia comenzó a contar su vida “como una de esas novelas”, por capítulos, cinco en total, desde su niñez hasta el día de hoy. Con dotes de narradora experta, venidas quizás de su formación magisterial, habló de ese “hogar hermoso, cristiano y alegre, que rezumaba amor”, en el que se crio como la menor de hermanos; y de una niñez “muy religiosa, siempre alrededor de la parroquia”.

Habló de esa “juventud sana, alrededor de los padres”, hasta que, en una región española que la ubicaba muy cerca del cielo, sintió el llamado de Dios, y todo el camino de discernimiento hasta que tuvo que contarle a su padre su decisión de ingresar en el Convento. Una conversación de sobremesa —como todas las que en su familia se tenían, para lo bueno y lo malo, para lo alegre y lo decisivo— de la que siempre le acompañó un consejo paternal: “Ante la dificultad, valiente”.

Con la picaresca que la caracteriza, esa que le achina la mirada, Anuncia contó anécdotas muy simpáticas de toda su etapa formativa, de su paso por la misión de El Darién, en Panamá, en la que se detuvo largamente, como se merece la que consideró “su etapa dorada de misionera”. Allí permaneció veinticinco años, los mismos que ya cumple en tierra cubana.

Farah le dedicó una canción a la hna Anuncia

Sobre este último cuarto de vida, Anuncia recordó su asombro cuando le anunciaron que vendría, y cómo delante del Sagrario aceptó su nueva misión que la depositaría en 1999 en las tierras donde San Antonio María Claret ejerció como obispo, y donde se fundó la congregación de las Misioneras Claretianas.

Desde entonces, Anuncia ha labrado un amplio campo de amor en Santiago de Cuba, tal y como se comprobó entre el público asistente, que no dudó en aplaudirla, en reír con sus ocurrencias, en abrazarla. Orpí, que nunca antes habló menos en su propio espacio, le dedicó un poema, Vivian Mendo la complació con una canción de su tierra española y Farah, en representación de la comunidad, le dedicó un tema icónico de Joan Manuel Serrat.

Para no ser menos, Anuncia nos regaló su muy particular versión del antológico tema Gracias a la vida, en la que no en agradecerle por haberle dado “tanto, tanto, tanto”.

Un Patio de los Sueños para enmarcar en el recuerdo; imposible de reseñar en estas pocas palabras.

Los asistentes le agradecieron a la hna Anuncia por tantos años de servicio