La Fe da sentido a la lucha de cada día porque fomenta la Esperanza: Hna. Soledad Galerón, rmi

Escuchar hablar a la hermana (Misionera Claretiana) María Soledad Galerón Gutiérrez (sencillamente, la hna. Soledad) siempre deja una sensación de paz, de armonía. A la dulzura de su voz, la entonación, la pausa del discurso o la conversación, que contrasta muchas veces con las prisas con que suele andar, apurada por las tantas responsabilidades de su cargo; se suma una suerte de misterio, de halo que refleja una vida consagrada a la Fe, desde aquel ya lejano 1962 cuando una Cuaresma en la que asistió a una misión juvenil, sintió, comprendió que su camino era seguir a Cristo, e inició su recorrido en la casa de formación de las Misioneras Claretianas en Sarriá, para luego, poco menos de un año después, dar inicio al Noviciado.

De estos detalles en su formación, de esa familia numerosa y «bien planificada» de la que procede, de sus recorridos por Estados Unidos, Roma, Cuba, de sus doce años como Superiora General de las Misioneras Claretianas, de todo ello y más conocimos de su propia voz y bajo la guía siempre singular de José Orpí, en la edición más reciente de El Patio de los Sueños, uno de los espacios habituales del Centro Cultural Claret.

Preguntada sobre la Fe, y su importancia en estos tiempos, la hna. Soledad comienza recordando que todos nos debemos a un Dios que es Padre y nos ama, y por tanto, debemos confiar en que su guia siempre nos llevará a un lugar positivo, aun cuando el camino no sea el más sencillo. Y eso nos hace crecer y hacernos mayor que las dificultades. Cita a Pablo cuando dice «Sé en quién he creído», para recordar que la Fe da sentido a la lucha de cada día, porque fomenta la Esperanza, y esa Fe se fundamenta en saber que contamos con el amor de Dios.

Por su parte, Orpí le solicita un mensaje para los jóvenes, y la hna. Soledad, luego de recordar que el papa León XIV ha definido a los jóvenes como un volcán, prefiere hacer énfasis en el rol de la familia, a su capacidad de entender y orientar, y en ese sentido, además, invita  a los jóvenes a que se sumen a las comunidades parroquiles, y busquen en ellas el mejor ejemplo, recordando siempre que «no todo lo que es posible nos hace mejores personas».

Al momento de exponer sus sueños, confiesa que muchos sueños concretos que ha tenido van desapareciendo, porque la vida, las personas y las expectativas dan lo que dan, y contra esa naturaleza no se puede ir. Si embargo, afirma tener un sueño un poco idealista quizás: el de que podamos ir creciendo en una fraternidad universal, en la que aprendamos a respetarnos en nuestras diferencias. «Vivir la hermandad no es nada fácil», reconoce, pero a la par invita a que si cada día reflexionamos quiénes somos y lo que queremos hacer, y reconocemos al otro tan digno como nosotros, tan amado por Dios como nosotros, entonces quizás la utopía no esté tan lejana.