«Viña Joven es un compendio humanista»: Presentación de Viña Joven 65

Buenas tardes. Asumo como un verdadero honor haber sido convocado para presentar el número 65 de la revista Viña Joven. De todo corazón, muchas gracias por este privilegio. Espero no defraudar esa confianza con las apreciaciones de lectura que examino a continuación.

Se inicia la entrega con la sección de Artes Plásticas: el Acta de admisión-premiación del décimo noveno Salón Nacional de Arte Religioso y sus Premios colaterales; el Catálogo con las 60 obras participantes, así como la convocatoria del vigésimo Salón Nacional a celebrarse este año. Las palabras al Catálogo han corrido a cargo del destacado especialista y asiduo colaborador Antonio Fernández Seoane.

Debo observar que Viña Joven se ha ocupado de, siempre que le ha sido posible, mostrar de manera sustancial y perceptible lo que se llama «visualidad». Y no, como es común en otras revistas, de la mera ilustración agregada a una cierta diversidad de palabras, y que por lo general acompañan o «rellenan» espacios. La publicación cumple con esa sensación visualizadora que ayuda, en aras de comprender y aprehender el total y verdadero vínculo entre la palabra y la imagen. Es un mérito de Viña Joven haber logrado esta articulación. Digo también que la revista dignifica, y lo hace a propósito, esa visualidad como uno de sus objetivos editoriales, con o sin Salón, y lo hace correctamente.

La extraordinaria calidad de los Salones de Arte Religioso y de las obras galardonadas es ya muy superior a los limitados y modestos, pero todavía satisfactorios materiales en que puede ser impresa Viña Joven. La cubierta de este número expone una xilografía de Yailén Sellén Sosa, de La Habana, ganadora del Primer Premio en el recién concluido Salón.

Cultura Cubana contiene artículos consagrados a dos mujeres insignes. El del doctor Alfonso Lolo se titula «La Sociedad Filarmónica de Santiago de Cuba». Esa Sociedad fue fundada en 1927 por la prestigiosa pianista y profesora Dulce María Serret. El trabajo de quien fuera su alumno es de amena lectura y relata en su brevedad la historia de esa institución santiaguera del siglo XX pasado, pues toda la obra realizada por la inolvidable figura de nuestra cultura que es Dulce María Serret dignifica a la ciudad.

El doctor Ricardo Hodelín evoca en la crónica «Gladys, allá donde no llegan las palabras ni el olvido» su relación con la pedagoga Gladys Horruitiner, maestra suya y maestra mía. Se trata de una mujer de valiosa e intensa trayectoria a la que siempre sentí como una madre, cercana, cariñosa, valiente, sacrificada, y cuyo quehacer como promotora cultural es incomparable. De todos esos afanes brota el sentido trabajo del amigo Hodelín. Gladys es otra imperecedera bienhechora y protagonista de la cultura santiaguera. La obra de José Orpí y Alberto Garrido, por solo citar a otros discípulos suyos, son muestra ostensible de su labor como guía y de los triunfos de quienes fuimos beneficiados por sus enseñanzas.

Por su parte, la sección Sociedad ofrece un trabajo de Javier Ángel Carbonell que constituye —entre otros enfoques del tema «crítica»— un análisis breve, dinámico y correcto del papel desempeñado, primero por la revista Pensamiento Crítico, liderada por el destacado intelectual Fernando Martínez Heredia y luego por Criterios, creada por el no menos esforzado teórico Desiderio Navarro, vinculadas ambas publicaciones —de izquierda— a los lineamientos emanados de las famosas Palabras a los intelectuales, de Fidel Castro, documento programático mayoritariamente aceptado, pero que ha sufrido no pocas y desacertadas lecturas, manipulaciones estériles a diestra y siniestra inclusive, por tirios y troyanos, y que, a pesar del tiempo transcurrido, no faltaba más, mantiene plena vigencia.

El crítico Carbonell «sacude», digámoslo así, un pasado de mimetismo —en mi opinión, mimetismo aún vigente y disfrazado— en aras de un porvenir de libertad y transparencia al que nos tendremos que aproximar de todos modos. Dicho esto muy grosso modo, porque no solo se circunscribe al pasado aludido, sino al devenir, pues este sucinto artículo es veraz, atinado y de asombrosa actualidad.

«El parque José Martí de Cienfuegos», de Doris Amelia Era, es una crónica crítica a una realidad que golpea a nuestra sociedad de un tiempo a esta parte. La historiadora, pues Doris lo es, evoca no sin cierta nostalgia la tranquilidad del espacioso parque cienfueguero en el que, por ejemplo, la banda municipal tocaba en retretas, matutinas o vespertinas, danzones y otras melodías clásicas.

Y es que la tecnología ha invadido el parque de su infancia, ahora convertido en prosaica zona wifi. Es lamentable que el desarrollo humano esté fijado, en los días que corren, entre lo distinguido y lo vulgar, entre lo noble y lo grosero. El desarrollo, tecnológico o no, debiera edificar valores, mantener las tradiciones y el saber, no convertirse en el instrumento de la descomposición social que se evidencia no solo en el parque de Cienfuegos, sino que se ha ramificado a otros sitios de la Isla.

León Estrada durante la presentación del número 65 de Viña Joven. Foto: Carlos Javier Álvarez

Involución social, con mayor o menor sutileza o evidencia, todos resultaremos víctimas, pero también culpables del deterioro si no tomamos cartas en el asunto, por lo pronto, dar publicidad a este trabajo por cuantos medios dispongamos, para ver si las hordas se enteran y repliegan, es buen comienzo, aunque sospecho que a estas alturas de la «distopía», del libertinaje, del eufemismo «indisciplina social» y de que las autoridades no acaban de atajar la crisis como se debe, hemos perdido la pelea.

El amigo Manuel Gómez Morales, experimentado en los trajines de la escritura como narrador que es, nos ofrece «Ellos son de la loma, pero cantan en…», y coincide en algún punto con Doris, el Parque Céspedes santiaguero es zona wifi y ya se sabe que esa «concentración es insoportable», aunque es justo decir que ahora mismo en la zona de la Plaza de Marte es mucho más nutrido y lamentable el «voceo wifiano».

Sin embargo considera en su recorrido la noble entrega de la «cultura espontánea», de la que confieso, y siento discrepar del hermano Manolo, me resulta —en algún caso aislado— chocante y rústica. En los «espontáneos» creo vislumbrar, acaso porque lo sean, aquellos «fenómenos de circo» representados en viejos filmes, gente que puede llegar a intimidarnos y a quienes podríamos ubicar, al decir de Silvio, «entre el espanto y la ternura».

Pero esta vez se trata del recorrido de Manolito mismo convertido en caminante-observador, preciso en su descripción, porque es ahora más que narrador cronista. Ojalá, querido amigo, nunca le falte autenticidad a esa cultura «otra», porque cuando ya no exista o no se vislumbre, supongo que entonces Santiago estará sumida en el irreversible derrumbamiento de su anulación como ciudad.

Tertulia Literaria, la sección más nutrida y quizás la más popular de Viña Joven abre con la bienvenida del padre Miguel Fernández Fariñas en la premiación del décimo sexto concurso de la revista. Cuando las lean van a percibir que trascienden la oralidad y se convierten en admirables palabras de amor y sabiduría. Le sigue el acta de premiación del referido concurso, en esta ocasión dedicado a la poesía, así como la relación de los premios colaterales.

Aparecen también los poemas de Carlos Manuel Gómez, ganador del Primer Premio, los textos de Héctor Luis Leyva, que obtuvo el Segundo y los versos de Rolando Miguel López, quien recibió el Tercero.

La sostenida calidad de los poemas es indiscutible, más si conocemos que el tribunal estuvo integrado por los entrañables y exigentes, Rosa Rodríguez, Roberto Leliebre y Manuel Gómez. Quedamos convencidos de que constituyen un sincero regalo que hemos de agradecer a los creadores y poetas de bien, pero de igual modo al jurado que los galardonó. Llama la atención que ninguno es santiaguero, lo que viene a demostrar la total y desprejuiciada limpieza del veredicto.

Para el cierre, Viña Joven ha reservado la convocatoria a su décimo séptimo concurso literario y una viñeta del diestro narrador y poeta Yunier Riquenes García que constituye el adelanto de una saga anunciada que esperamos sea fructífera, pues conocemos a Yunier por su proverbial y seria dedicación.

Solo me queda felicitar, permítanme esta vez hacerlo de modo personal y exclusivo, a la profesora Mirtha Clavería, mujer perseverante, entregada y talentosa. Profesora, de haber podido estudiar en Quintero —o en Garzón y la Central—, me hubiera gustado ser su alumno, esa es una de las dos únicas y sanas envidias que le tengo al fraterno Marino Wilson Jay, quien tan bien se expresa de su magisterio, y ya sabemos que el hermano Wilson no miente, y menos cuando de latín se trata. La otra envidia, tan sana como la anterior y para no dejar la intriga en aire suspicaz, es que fue a la Feria del Libro de Santiago de Chile, conoció a María Kodama, y colmo de los colmos, lo «improsulto» que dice el vulgo, se fotografió con la viuda y heredera del Genio.

Siga su recorrido luminoso Viña Joven ahora con el ímpetu juvenil de Noel Pérez García integrado al equipo. No supongo nada, Noelito es una ganancia y tengo la certeza de que la importancia y la pertinencia de la revista, con su ayuda, continuará creciendo en aras del «mejoramiento humano», del que hablaba Martí.

Se sabe que no me van los vaticinios últimamente, pero revistero como soy y me siento, colega de sus hacedores antiguos y de sus hacedores de ahora, no dejaré de decir que a Viña Joven le auguro, como siempre he expresado, más y mejores momentos de aceptación, respeto y trascendencia.

Ya concluyo, felicidades al equipo por estos 65 números en estos veinte años vitales de pasión, amenidad, cultura y fe. Viña Joven no se puede clasificar con epítetos o subtítulos porque es más que una revista social, religiosa o cultural. La revista Viña Joven es un compendio humanista que no solo ayuda a crecer espiritualmente a un sector de la Isla, del pueblo santiaguero, de esta comunidad, porque su alcance no tiene límites, ya que su concepción y sus propósitos están basados en un empeño universal.

Muchas gracias.

 

León Estrada,

en Santiago de Cuba, esta ciudad,

8, 9 y 10 de mayo de 2019