Cristianos y cristianas de fuego

cabecera buen nueva Alvaro

Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡Cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!

El fuego ha sido un elemento importante en la vida de los seres humanos. Se le reconoce con una gran fuerza, que podría decir que se le guarda respeto. A nadie se le ocurre meter las manos en una llama encendida. Cualquiera sabe que, al meterla, ardería su mano y le causaría un terrible daño.

Jesús se presenta en el evangelio de este XX domingo del tiempo ordinario como aquel que trae fuego. Con ello quiere marcar que su vida profética es anuncio devastador. Su Palabra y su Vida van a marcar una ruta distinta de lo que se ha visto y oído. En definitiva, Él es un signo de contradicción para aquella religión oficial judía, que en su tiempo se achantó, como diríamos en buen cubano, manteniendo un régimen de opresión igual que el statu quo del estado oficial romano dominante.

En mi vida siempre he entendido que la prudencia es un camino que todos debemos seguir. No cabe duda: la persona prudente sabe siempre avanzar en su historia. No sé por qué, pero tengo la sospecha que a través de esta palabra muchos cristianos y cristianas nos hemos escudado para no asumir nuestro papel protagónico, el que nos toca hacer en los contextos donde vivimos. Con facilidad le llamamos “prudencia” a una vida de confort que no me compromete a nada. De la misma manera, se le nombra “prudencia” al no arriesgar, llenando la historia de cobardías que no nos lanzan a ser profetas en el mundo de hoy.

La palabra del Maestro de este domingo es un reto y una interrogante. Ante todo, a quienes nos decimos cristianos y cristianas. Tendríamos que preguntarnos: ¿yo soy un hombre o mujer de fuego? ¿Soy una llama encendida en las oscuridades de este mundo? ¿Estoy ardiendo para quemar todas aquellas estructuras de muerte que matan la vida de tantos seres humanos? Lo mismo para nuestras Iglesia Institucional: ¿somos una Iglesia acomodada a los sistemas dominantes, o estamos siendo una Iglesia de fuego, ardiendo en justicia para un mundo lleno de injusticias?

 Allí está el reto: o somos hombres y mujeres de fuego para arder o somos cenizas muertas que en cualquier momento se las llevara el viento.