Llamados a ser contraculturales
No he venido a traer la paz sino la división.
Leer este trozo del evangelio de Lucas sin su contexto, sería lo más aberrante que podría hacer cualquier predicador o lector. Es que en sí mismo es totalmente contradictorio el cómo un Jesús que ha hablado del amor, del perdón, de la unidad, del diálogo; ahora hable que no ha venido a traer la paz sino la división. Pero tiene su explicación; la cual nos va a poner a todos los que nos llamamos sus seguidores en camino de cuestionamiento.
De qué Jesús fue contracultural, no cabe duda que sí. La vida de Jesús de Nazareth, en palabras y obras, fue signo de contradicción para muchos en su religión oficial. O quizá lo puedo decir en un lenguaje más latinoamericano: Jesús le cayó mal a los dirigentes religiosos de su tiempo.
Él fue creando “división” a lo interno de una sociedad religiosa, porque estos, ligados a una fe, habían estructurado una religión excluyente y exclusiva. Basta recordar cómo el peso del legalismo religioso de su tiempo excluía a tantos hombres y mujeres por ser llamados “impuros”. Cómo también, con claridad, los cuatro evangelios nos marcan el que Jesús llamó al Templo “cueva de ladrones”, porque se había vuelto un centro de negocios donde se mercantilizaba con la fe. Igual se puede mencionar el fuerte diálogo de Jesús contra la estructura machista de su tiempo, que ponía la figura de la mujer en un estado de indefensión. Se pueden mencionar más casos, pero basta estos para argumentar que Jesús fue contracultural ante una sociedad basada en una religión dominante y dictatorial.
Visto desde aquí, se nos hace claro que para ellos Jesús no les daba Paz. Era imposible que les diera un estado de Paz a sus vidas. Muy al contrario, hago suponer que cada vez que lo escuchaban o lo veían “lo querían matar”. Por eso, los cristianos y cristianas de hoy tendremos que mirarnos en este espejo y preguntarnos si nuestra vida está siendo contracultural; si nuestra vida marca una diferencia o soy del montón que no es más que una masa amorfa que no dice nada.
No se trata de crear conflicto por crear, sino vivir una vida evangélica y profética que cuestione las estructuras dominantes de hoy. No se puede seguir siendo cristiano o cristianas como si fuéramos “piezas de museo”. Se necesitan vidas contraculturales que cuestionen las estructuras opresoras que han sido creados por mentes malsanas.
Nuestro cristianismo, si no crea “división”, es porque se ha acomodado a la misma realidad dominante. Si nuestra Iglesia se calla ante tantas abominaciones, es porque se volvió cómplice o endulzó la vida de Jesús creando un cristianismo sin ser contracultural.