¡Auméntanos la Fe!

cabecera buen nueva Alvaro

La fe y la vida son dos realidades que tienen que ir de la mano. Una complementa a la otra. Jesús quiere enfatizar a sus discípulos, en el caso de su petición: ¡Auméntanos la fe! que no se trata de cantidad, sino de calidad. No se trata cuántos kilos pesa mi fe, sino cuánto hago la voluntad del Padre. Es de allí que una máxima de este XXVII domingo del tiempo ordinario es el final del texto de este día: “cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: somos siervos inútiles, solo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Por eso delicado el asunto de creer. Si solo se tratase de nombrar una serie de dogmas sobre los cuales se basa lo que creo, con una simple memorización logramos tener amplitud de nuestra vida de fe. O por el contrario, si solo es hacer un cumplimiento de legalismos eclesiales (soy un fiel devoto de casi todos los santos, voy a misa todos los días, hago mis ayunos continuos, rezo en trisagio todos los días, la coronilla de la misericordia…), también con lograr una puntualidad a cada uno de ellos o realizarlos con la rigurosidad del caso, nos ganamos el cielo. Pero Jesús nos confronta, porque nos recuerda que la fe antes que nada es un servicio total. Es buscar y hacer la voluntad del Padre que está en el cielo. Es ponerme como siervo, como esclavo de Dios para buscar en todo su mayor gloria. Es no cansarse por buscar que su Reino se haga presente en todas las dimensiones de la vida. Viviendo así, en una vida ordinaria comprometida con lo creemos, entonces nuestra fe se vuelve un camino de resurrección y vida para los demás.

La fe que profesamos tiene que ser una auténtica llamada a una vida llena de sentido. No se puede creer y ser un cristiano “con cara de cementerio” dirá el Papa Francisco. De igual manera, dice Él, el cristiano no puede vivir su vida con “cara de vinagre”. El mundo hoy impela de nosotros que nuestra vida muestre a los demás que lo que nos mueve por dentro es un Dios que me llena y me lleva a servir y hacer su voluntad. Nuestros dogmas, nuestras normas eclesiales, nuestras expresiones de religiosidad popular son importantes, en ningún momento quiero mostrar que no valen, solo que si no nos ayudan a tomarnos en serio nuestra vida de servidores del Reino de Dios, nos pueden autoengañar. El mundo necesite que le mostremos a un Dios que está a favor de la vida. Que ama la vida. Que quiere que todos y todas “tengamos vida, y vida en abundancia”. Como cristianos y cristianas luchemos por la vida desde nuestra vida, y hagamos que nuestra fe se haga servidora de una nueva humanidad.