María Caridad López: Iglesia en Marcha también es para los cristianos del futuro

Entrevista concedida a José Orpí Galí, por María Caridad López Campistrous, responsable de la Comisión Arquidiocesana de Medios de Comunicación (CAdMC), en “El Patio de los Sueños”. Junio de 2017.

 

María Caridad López y María Caridad Campistrous durante El Patio de los Sueños

JOG: Como miembro del equipo de redacción del boletín “Iglesia en Marcha”, ¿qué nos puede expresar sobre el valor y alcance de esta publicación para aquellos que se acerquen por primera vez a sus páginas?

María Caridad López Campistrous (MCL): Formo parte del equipo de redacción desde antes de ser boletín. El hermano Luis Franco nos formó; a veces a “golpes”, es decir, a veces llegar con un trabajo después de haberlo redactado durante toda una noche o varios días, y el hermano Luis te hacía “polvo” todo aquello que habías pensado, y tenías que volver a realizarlo. Pero fue un camino que nos enseñó.

En abril de este año el boletín cumplió  27 años de salida ininterrumpida: eso en la vida de cualquier publicación periódica es realmente un récord. Hay veces que tenemos carencias de recursos —de papel, de tinta, o se rompe la máquina—, porque todo forma parte de ese camino que hace de la realidad cubana. Pero Iglesia en Marcha ha querido, como dijo Macucha [María Caridad Campistrous], mantenerse al alcance de casi todo el mundo. Queremos que sea para todos. Que sea camino de formación.

Pero también Iglesia en Marcha piensa en los católicos cristianos del futuro. Porque —y creo que esa es una deuda que tenemos todos los que dentro de cincuenta, sesenta, setenta años estén dentro de nuestras comunidades cristianas y vengan a buscar la historia— muy pocos lugares están haciendo una crónica de cómo se vive la fe, cómo se desarrolla la vida pastoral de nuestras comunidades. Para esos cristianos, no solo para los que ahora nos leen, sino para los que dentro de cincuenta años se cuestiones cómo vivían su fe los cristianos dentro de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba —como hemos podido hacer nosotros hoy cuando buscamos en el Boletín Eclesiástico de nuestra Arquidiócesis del siglo XIX, por ejemplo; o en algunas publicaciones seriadas que nos antecedieron en la historia en nuestra Arquidiócesis—. O sea, es para los cristianos de hoy —y para los que no son cristianos, pues nuestro perfil no está dirigido solo a los cristianos, sino al que lo quiera y lo pueda leer—, y también para los del mañana. Que puedan encontrar esa historia de nuestra vida y de nuestro andar de fe.

JOG: Siendo responsable de la CAdMC, Ud. es la persona ideal para contarnos qué funciones, proyecciones y desafíos contempla la misma.

MCL: Eso es una pregunta que casi es una deuda; porque realmente eres responsable de un equipo que se ha formado y se deforma, se disuelve. Hay muchas pastorales en la vida de la iglesia que no te exigen una preparación: eres un cristiano, tienes tu fe, tienes una formación cristiana y puedes ser catequista, puedes ser misionero, porque forma parte de tu mismo ser cristiano; pero cuando eres llamado a servir en el área de la comunicación, además de eso es imprescindible necesites ciertas herramientas técnicas a la hora de escribir, de hacer una fotografía, de hacer un video. Y lamentablemente —puedo hablar en un camino de casi 18 años con esa responsabilidad—, pues, haces un camino de formación a las personas —que es costoso en recursos, en tiempo—, y cuando terminas, en uno o dos años tienes que volver a reiniciar todo ese proceso, porque las personas toman caminos diversos, emigran o tienen otros campos de posibilidades. Desde el mundo de la comunicación, permanentemente estamos en ese proceso de formar y volver a formar. El permanecer en este tipo de trabajo es algo que no todos hacen, se necesita, además, vocación. Puedes tener la formación cristiana, puedes tener las herramientas técnicas que te exige el campo de la comunicación, pero tienes que tener también la vocación que te exige este tipo de servicio, que es lo que lleva a permanecer durante el tiempo y ser responsable con aquello que has asumido.

Gracias a Dios, en estos momentos volvimos a tener equipo de comunicación, desde hace casi tres años. Y tendría que decir con satisfacción que hay muchachos muy jóvenes que uno, con ese ojo avizor, les encuentra: uno, una formación cristiana sólida, que es algo difícil encontrarlo en los jóvenes; dos, tienen formación profesional o están en el camino de esa formación; y tres, tienen vocación. Así que si me preguntan, estoy en un momento feliz.

JOG: De las múltiples parábolas de Jesús que se recogen en el Nuevo Testamento, ¿en cuáles cree Ud. que necesitamos hacer énfasis nosotros, como Iglesia de Santiago de Cuba?

MCL: Te voy a decir la parábola que a mí me gusta. Y es que en el mismo camino de formación como comunicadora, de tanto reflexionarla le he tomado el gusto y si la tuviera que escoger la escogería también para mí, es la “parábola del buen samaritano”. Si tuviera que escoger una parábola para que fuera también la Iglesia, tendría que ser la del buen samaritano. El buen samaritano es ese que se encuentra al hombre al borde del camino, que puede ser uno mismo, puede ser una persona cercana o puede ser alguien desconocido. Que a veces no tienes todo el tiempo, ni todos los recursos para poderla socorrer, pero buscas y haces el camino para protegerlo hasta donde puedas, ayudarle hasta donde puedas, y darle a otros la posibilidad también de ayudar en ese servicio. Quisiera que fuéramos una iglesia de buenos samaritanos, que fuéramos cristianos cubanos buenos samaritanos.

JOG: La Virgen de la Caridad del Cobre siempre está junto a nosotros, y ha sido un remanso de paz en tiempos difíciles. ¿Cómo ha apoyado la CAdMC las conmemoraciones que han tenido lugar en estos últimos tiempos?

MCL: El año 2008, primero con la preparación y luego la celebración por los cuatrocientos años del hallazgo de la imagen de la Virgen, nos puso en camino y nos sacó a veces de comodidades. No te voy a decir que fuera por mis cualidades, sino, ciertamente estaba en el momento y en el lugar donde me tocó hacer un servicio.  Y creo que el servicio más hermoso, en estos veintisiete años en el boletín Iglesia en Marcha, en este camino de comunicadora, lo fue el año y medio que duró la peregrinación nacional de la Virgen de la Caridad.

Participamos de toda Cuba alrededor de trescientas personas que no éramos periodistas profesionales, pero que se pusieron a disposición de hacer ese servicio. Primero, de prepararnos, de preparar a los que iban a hacer equipos diócesis por diócesis —tuvimos catorce equipos diferentes según fuera el lugar, con reporteros distintos, con fotógrafos distintos—; y realmente fue una experiencia hermosísima. De saber que la persona que te está haciendo el reporte en el lugar donde estaba, no tenía computadora, no tenía celular, y te estaba llamando desde un teléfono público, a las doce y media de la noche, para hacerte su reporte y que eso llegara al otro día a tiempo.

(…). Con la celebración de los cuatrocientos años del hallazgo de la imagen de la Virgen, como comunicadores vivimos un momento bellísimo; porque nos posibilitó estar en contacto con casi todas las comunidades que viven y celebran su fe en toda Cuba, cada una de manera distinta, cada una con sus características.

Y también te exigía demasiado trabajo. Por ejemplo, no podías estar en ninguna de las celebraciones dentro del templo, porque tienes que estar en el camión de la televisión. Pero fue realmente una experiencia única, en la que la Virgen de la Caridad nos ayudó a abrirnos. Nos ayudó abrirnos, además, a profesionales de los medios que hicieron ese trabajo en conjunto, y que se acercaron a esta realidad de fe. La primera vez que fueron a televisar una misa desde el Santuario, los camarógrafos no sabían lo que era una misa, no sabían lo que era el altar, no sabían lo que era el presbiterio, le llamaban podio al ambón, o el presidente al que iba a hablar. Entonces hacer ese camino con personas que son profesionales de los medios y son colegas de uno, ha sido muy hermoso.

Así que creo que la Virgen de la Caridad para nosotros, además de Madre y Patrona, ha sido ese puente que nos ha lanzado hacia afuera.

JOG: ¿Qué significa Santiago de Cuba para usted? ¿Qué consideraciones le merece una ciudad como esta, que balancea su historia entre sismos, huracanes y el aliento poderoso de la fe?

MCL: Realmente creo que forma parte del ser santiaguero, el amar el lugar. Puedo estar en cualquier de Cuba —y mira que en Cuba hay lugares bonitos—pero ninguno tiene la posibilidad de subir tres lomas, pararte allá arriba y mirar y ver el mar y las montañas. Santiago hoy es una ciudad linda; todo el que llega a Santiago se siente cautivado por esa belleza. Ya no hay tantos techos rojitos cuando nos paramos en Calle Nueva y miramos hacia abajo, pero sigue siendo un paisaje maravilloso, de amarlo y de cuidarlo. Yo pienso que Santiago tiene esa magia de cautivar a los que llegan de lejos. Y debe ser eso lo que le trasmitamos a los jóvenes; porque nos quejamos siempre de las generaciones más jóvenes, pero tenemos la responsabilidad de sembrar eso en ellos: que amen el lugar donde nacieron, que sientan por él para que entonces puedan revertir con obras ese amor. Y vincularlo con la fe. Cuando uno mira para atrás su vida, no la ha construido sola; siempre tiene una familia donde fuiste educada y naciste también a la vida de la fe y también tiene una comunidad. Y puedo decir los nombres de las mujeres que configuraron mi fe cristiana de hoy. Se llamaron: Macusa Rodríguez, Teté Camacho, Gloria Rodríguez, Ana Caridad de la Tejera, Alicia Fernández, Luz Molina… que vivieron en este barrio y amaban la ciudad; amaban la ciudad y amaban la iglesia. Y creo que eso fue un legado enorme que pusieron ellas en mí. No me educaron en la fe desvinculada de lo que pasaba en la ciudad, de lo que había pasado. Fue ese entretejido que te forma y que debemos velar para que ese chiquitico que a lo mejor está en cuarto o quinto grado, o que va a entrar a la Universidad pues tenga también ese tejido en su corazón, de amar la ciudad, de amar a la iglesia también.