… y la América es Viña Joven…*

Por: P. Carlomán Molina Echeverri, cmf (Director Fundador de la revista Viña Joven)

Cubierta del primer número de la revista Viña Joven

Con esta metáfora, se atrevió un hombre, un Catalán del siglo XIX, un Santo desconocido para muchos en el contexto cubano, a definir Nuestra América: San Antonio María Claret. Seis años había pasado en la América Insular, que le sirvieron para percatarse del gran patrimonio espiritual y cultural de este continente. Lo curioso es que sea precisamente una figura religiosa del Viejo Mundo quien llegue a vislumbrar la América como continente de la Esperanza.

Casi cuatro siglos antes, otro hombre del Viejo Mundo, también en esta tierra cubana, en un lugar llamado Baracoa, definió el Nuevo Mundo como “La tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”. “Los pueblos del Nuevo Mundo eran pueblos nuevos… totalmente desconocidos para el Viejo Mundo hasta el año 1492, pero conocidos por Dios desde toda la eternidad y por Él siempre abrazados con la paternidad que el Hijo ha revelado en la plenitud de los tiempos” (Documento de Santo Domingo. Discurso Inaugural del Papa Juan Pablo II).

Al igual que Israel, Dios pastoreó estas tierras desde la eternidad, como una viña frondosa plantada por su mano. Y se valió de obreros y obreras a los que invitó a su Viña (Mt 20, 1-2), hombres y mujeres que regaron la semilla de su Evangelio al igual que una vid que se trasplanta. Dios preparó el terreno y la viña echó raíces hasta llegar al continente latinoamericano (Salmo 79).

Uno de esos obreros invitados a la Viña fue Antonio María Claret, quien hace 150 años, el 16 de julio del año 1849, en una pequeña celda en Vich, fundó la congregación de Misioneros Hijos Del Inmaculado Corazón de María (Misioneros Claretianos).

Dos años más tarde, en 1851, fue enviado como Arzobispo a Santiago, en la Isla de Cuba, “la última joya que le quedaba a la corona hispana en América”.

Seis años de servicio a la Corona y a la Iglesia, en los que lastimosamente, su posición desfavorable respecto al movimiento independentista, no le permitieron jugar un papel realmente profético frente al anhelo de libertad, la rebeldía, el orgullo y la dignidad del pueblo cubano ante la dominación española. Lo que no equivale a decir que no haya sido profético en otros campos. En 1857 es llamado a regresar a España para ser confesor de la Reina Isabel II. Veinte años después de fundada la congregación, este hombre, de mediana estatura, a distancia de Nuestra América, logró captar de una manera profética el futuro de la Iglesia de este continente y el futuro de la congregación recién fundada. Por eso, en 1869, once años después de haber regresado de Cuba y un año antes de su muerte, desde Roma escribe una carta de su puño y letra al P. José Xifré animándole a enviar sus misioneros a la América, como lugar de un promisorio futuro: “En la América hay un campo muy grande y muy feraz, y que con el tiempo saldrán más almas para el cielo de la América que de la Europa; esta parte del mundo es como una viña vieja que no da mucho fruto y la América es Viña Joven” (Epistolario Claretiano II, p. 1430-1431). Su desencanto por el Viejo Mundo ya se sentía en sus primeros años de sacerdocio; sin temor denunció los males que aquejaban a la España de su tiempo. Es por eso que en el año 1838, en carta dirigida al ayuntamiento de Sallent, escribe:

Cubierta del nro 66 de Viña Joven, donde se replicó este editorial

“… La nación española que en otro tiempo era la más humana, la más pacífica y religiosa, en el día es el teatro de la inhumanidad e irreligión; gracias a la guerra, que ha sabido convertir a esa noble España, de una República bien ordenada en un yermo abundante de feroces bárbaros; o si no, den vuestras señorías una mirada de atención por sus alrededores y no verán otra cosa que miserias, odios, enemistades, furores y sangre…”

La honradez del Santo al calificar la Europa es evidente. Su desesperanza frente al Viejo continente lo lleva a mirarlo como Viña vieja, “seca, gastada, sin savia y carcomida por el egoísmo”, de la cual no queda mucho que esperar, en contraste con la América de la cual espera como buen obrero la gran cosecha. Su visión de nuestra América es una lección para nosotros, acostumbrados a enaltecer lo de fuera; nos invita a preguntarnos sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser desde la realidad paradójica de este continente joven, eminentemente religioso, “voz de tantas raíces”, mestizo, tan creativo y tan rico en expresiones culturales, pero al mismo tiempo con un alto número de “excluidos, sin rostro, sin voz, sin nombre y sin historia”. Lección que hubiese sido mejor asimilada si esas palabras se hubieran pronunciado desde esta orilla, la de los caídos y vencidos y no en la distancia, regresando a España como confesor de la Reina, antes que quedarse apostando por la libertad de este pueblo. Lección que lo hubiese sacado de la caja del olvido de este pueblo que sabe agradecer y hacer memoria de quienes por él se han gastado.

Los Misioneros Claretianos damos gracias a Dios en este año jubilar para la Iglesia universal y para la Congregación Claretiana, por haber suscitado obreros para su Viña al estilo de San Antonio María Claret, y por el paso de este apóstol del Evangelio por esta Isla, Patria de Martí, Varela y otros que se inmolaron por la libertad de “La Perla de las Antillas”, tierra de tanta significación para nosotros.

Evocando la gran importancia que Claret dio a la prensa escrita, presentamos hoy esta revista, publicada por los Misioneros Claretianos de la parroquia Santísima Trinidad de Santiago de Cuba, la cual quiere ser un homenaje a ese Santo que nos invitó un día a valer- nos de todos los medios posibles para el anuncio del Evangelio. Hace 150 años, al fundar la congregación, expresó estas palabras: “Hoy comienza una grande obra”. Ideal que se ha querido actualizar en muchas partes del mundo por todos aquellos herederos y herederas que sueñan y se comprometen con el Reino al estilo de Claret, pero de una manera especial, aquí y ahora, en Nuestra América, continente de la esperanza donde, según las estadísticas, en el año 2020 vivirán más del 50% de los católicos de todo el mundo, dándose así cumplimiento a la metáfora inicial: “…Y la América es Viña Joven…”

* Editorial del primer número de la revista Viña Joven (1999), firmado por su fundador, y reproducido en el número 66 (2019) que estuviera dedicado a los veinte años de la publicación.