El teatro y José Martí[1]
Por: Ramiro Herrero Beatón†
Como todas sus actividades literarias, el teatro en José Martí fue un instrumento puesto al servicio de sus ideales. Para un hombre que dejó una extensa obra poética, críticas, ensayos literarios, novela, etc., el teatro fue una labor menor, pero no por ello menos importante.
A ese efecto recordemos una frase que resume su dramática: “No todo es grande en el hombre grande.” Entre Abdala, drama de juventud escrito en 1869, cuando el autor tenía sólo 16 años de edad y Amor con amor se paga en 1875, fecha de su estreno en Méjico, transcurren seis años, que son al mismo tiempo los años de aprendizaje literario de Martí. Luego el poeta dejó el teatro por otros menesteres artísticos que se convirtieron en la razón de ser de su vida: su labor proselitista preparando la revolución independentista de Cuba y la unión de lo que él precursoramente denominó “Nuestra América”.
La acción de su obra Abdala transcurre en Nubia, en los momentos en que una fuerza invasora ataca a los naturales de la región. El joven guerrero Abdala toma el mando de sus fuerzas y derrota al enemigo a costa de su propia vida. Su tema es el amor a la libertad y a su madre. Con esta obra nace el teatro mambí, esa forma expresiva de nuestra escena patriótica. Que se mantuvo viva hasta que los colonialistas españoles fueron vencidos y abandonaron la Isla. Otro aspecto importante y de mucha trascendencia fue convertir a un africano en un héroe teatral. Ello constituyó un hecho sin precedente en la dramaturgia cubana de entonces. En esta parábola histórica Martí sitúa al africano como centro de su obra y lo traslada del bufo la epopeya para darle rango de héroe positivo. Esta obra ofrece un viraje radical de la concepción del negro y así nuestra escena gana en significación social.
Al personaje Abdala pertenecen estos hermosos versos:
“El amor, madre, a la patria
no es el amor ridículo a la tierra
ni a la yerba que pisan nuestras plantas;
es el odio invencible a quien la oprime,
es el rencor eterno a quien la ataca.”
¿Quién, ante la lectura de esta breve tirada, no puede menos que sentir ya precursada toda la vida de Martí, cerrada en Dos Ríos? ¿Quién no se duele de la ausencia de esta pieza en este nuevo aniversario de nuestro apóstol y héroe nacional?
A los diez y seis años escribe una obra de teatro para decir que su patria está en lucha a muerte contra sus opresores y que a esa lucha entregará su vida. Así lo confirman los últimos versos de la obra:
“¡Nubia venció! Muero feliz: la muerte
poco importa, pues logré salvarla..
¡Oh, qué dulce es morir cuando se muere
luchando audaz por defender la patria!
Su segunda obra Adúltera, escrita al parecer entre 1872 y 1874 durante su estancia en España, es su pieza más débil, menos consistente para algunos críticos, sin embargo para otros está repleta de ideas y es muy teatral, con mayor uso de las leyes escénicas. La complejidad dramatúrgica es más ambiciosa Pero a diferencia de la anterior en ésta el autor utiliza la prosa. Prevalece la filosofía kantiana que Martí usó como método para observar la producción de la obra artística. Acumula detalles melodramáticos y realistas. El tema es el adulterio. Los personajes son símbolos, arquetipos:
Grosserman —hombre alto— el marido de 40 años
Guterman —hombre bueno— el amigo de 30 años
Posserman —hombre vil— el amante de 25 años
Fleisch —carne— la esposa –25 años
La obra posee un prólogo, una escena obligatoria, el desenlace de sangre que lava la honra masculina y un final de locura y muerte. La obra posee un solo escenario y cinco actos.
La pieza se desarrolla en tres momentos: Frank, quien es abandonado por su mujer; la hermana de Gutermann, cuando es seducida; y Fleisch, que comete adulterio al engañar a Grosserman con Possermann.
La tercera obra teatral de José Martí es Amor con amor se paga, que se estrena en Méjico la noche del 19 de diciembre de 1875. Es una obra en versos en un acto, escrita a la manera y principios de los proverbios de Alfredo de Musset, quien fue el último y al mismo tiempo el mejor de todos los románticos franceses.
La obra posee frescura y elegancia. Utiliza las redondillas, una gracia en el tema y una sinceridad dramática que eran los mejores valores de su teatro. La dama en cuestión cita a un caballero para un juego de salón francés: escribir una obra breve de teatro partiendo de un refrán o proverbio. El caballero acepta el encargo y Amor con amor se paga se convierte en la ya corriente fórmula de juego escénico que se denomina “la obra dentro de la obra”. La dama que se llama Teresa adopta el nombre del personaje de Leonor, y a través de la improvisación Julián, el personaje masculino, le declara su amor a la bella. Al final se rompe la ilusión y el caballero se dirige al público directamente y pide perdón por la poca calidad de su proverbio, pero sin olvidar su dolor político, su condición de apátrida.
Lo más importante de esta obra es su versificación, la habilidad del autor al utilizar el juego teatral de teatro dentro del teatro para transformar la realidad de amores ocultos.
Podría decirse que es la pieza más alegre y vital que nos hace sonreír continuamente.
El resto de la producción dramática de Martí, escasa, fragmentaria y confusa, está formada por un drama indio (Patria y Libertad) que el gobierno amigo de Guatemala le pidió para celebrar su independencia nacional y que el autor dice haber trabajado en sólo cinco días haciendo acopio de un material histórico. La fecha es de 1878. Es una lástima que Martí no haya terminado esa especie de tragedia americana que en cierto sentido precursora un drama sobre Hatuey.
Entre sus apuntes aparece una tragedia simbólica de los tiempos modernos: Chac-Mool, a finales de la década del ochenta y principios del noventa. En sus notas aparece la estatua mejicana, símbolo de lo autóctono de la civilización americana y el intento de robo del arqueólogo yanqui Le Plongeon, hasta el despertar y el levantamiento del indio, pasando por la guerra de rapiña y la intervención de la raza blanca del Norte. Es un bosquejo dramático, un plan general con detalles escénicos en que se mezclan formas teatrales novedosas para su época, detalles sobre el diálogo y los distintos tipos de versos de acuerdo con los personajes y situaciones, y una “solemnidad épica” que continúa y desarrolla su concepción americanista y colectiva del teatro como expresión de pueblos.
Por último nos quedan sus Escenas que él llama “Núcleos de dramas” y que aclara que “Andan tan revueltas y en tal taquigrafía, en reversos de cartas y papeluchos que sería imposible sacarlos a la luz” y que son desconocidos.
Para José Martí, el teatro es inseparable de su época y sociedad, y en esa unidad estética lo juzga. Él nos dijo:
- Busco no lo convencional en el teatro, sino lo natural. Escenas reales, sin fingir acción, o con la menor cantidad de acción fingida posible.
- El perfeccionamiento de la sociedad provoca sus imperfecciones; las imperfecciones producen la reacción, y la forma de esta es la comedia (…)
Y el teatro cómico es entonces la forma natural de la saludable y honrada revolución.
[1] Artículo publicado en el número 15 de la revista Viña Joven, correspondiente al trimestre enero-marzo de 2003.