Miren
Tercer Salón- año 2002
TEMA: EL PROFETISMO
MIREN
¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor su poder? El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento. Como a alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud. Todos nosotros nos perdimos como ovejas siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros. Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan. Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo. Lo enterraron al lado de hombres malvados, lo sepultaron con gente perversa, aunque nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca.
Isaías 53, 1-9
En los libros de Isaías, la ciudad aparece como telón de fondo de circunstancias sociales, políticas, económicas y religiosas. En la obra aparece una ciudad con los rasgos arquitectónicos de la ciudad del artista. Las edificaciones están alrededor de una plaza donde se ubican tres figuras: un niño, el Cristo crucificado y un caballo blanco.
En la pintura los edificios están clamando vida, esperanza, libertad, luz… Con la crucifixión de Jesús , la ciudad se transfigura, ha llegado la gloria de Dios, que nos hace pensar en un nuevo orden, una nueva existencia. Un edificio –al final y de frente- es sostenido por un martillo, que viene a ser la cruz del Redentor. Jesús con su muerte y resurrección nos sostiene y nos libera del yugo del pecado para llenarnos de esperanzas.
“Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino (Is. 53,6s). Cinco martillos enterrados en la opacidad de las tinieblas simbolizan este versículo, pero ante la obra divina y humana del que murió por nosotros toman conciencia, salen y se dirigen hacia el misterio redentor que tiene el poder de convertir a los hombres.
En el segundo edificio a la izquierda aparece una señal que nos invita y a la vez nos exige mirar al crucificado; esta flecha aparece sobre un marco rojo, evocando la sangre de Jesús, sangre de comunión, de unidad de vida.
En la parte superior del cuadro está simbolizada la presencia de Dios en una nube. Ella manifiesta la aparición divina a la vez que la vela. Isaías también escoge este símbolo como portador de esperanza de salvación (Is. 4,5) y de justicia (Is.45, 8).
En el extremo derecho de la obra y al final de la escalinata aparece un resplandor, como símbolo de un nuevo día, que nos anuncia la autenticidad de la esperanza de los profetas de la Iglesia y su fe en la vuelta de Jesús.
En la figura del niño está representado el profeta, que dibuja el mensaje de Dios sobre el redentor con la humildad de un pequeño que acoge las enseñanzas del padre; más aún, en la historia bíblica Dios no vacila en escoger a ciertos niños como primeros beneficiarios y mensajeros de su revelación.
El caballo blanco es el portador del redentor (Ap. 19,11-14), licencia plástica del artista, que encontré en su figura el ser transfigurado que contempla en actitud victoriosa y pura, al Cristo crucificado, y que con su color blanco nos ofrece una eterna fiesta de luz y vida.
En el centro aparece Jesús crucificado. La cruz diseñada en forma de martillo –elemento recurrente en mis obras del artista- deja de ser un instrumento de trabajo para convertirse en instrumento de redención y que junto a la muerte y el sufrimiento es un término esencial para evocar nuestra salvación.
Jesucristo aparece en la cruz con absoluta humildad (Is.53,7). Es el mesías humilde y de los humildes. Es en este instante donde nos deja un nuevo mensaje, la caridad. Esta humildad “nueva” es la del Hijo de Dios que nos invita a seguir ese camino para practicar el mandamiento nuevo de la caridad. En el crucificado no aparecen los clavos que lo unían al madero; hoy, en el umbral del siglo XXI, Cristo no está físicamente en la Cruz, nosotros con nuestras culpas lo colocamos en ella cada día.
Miren es una invitación a mirarnos en Cristo, anuncio que proclamó el profeta.
Miren cómo nos ama.
Miren cómo con su muerte nos rescató y nos redimió del pecado.
Miren cómo lo llevamos en la cruz cada día, en vez de tomar su cruz cada día.
Miren cómo por su acción redentora hemos muerto al pecado, pero debemos actualizar cada día esta muerte.