Compasión y agradecimiento
Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros! Este es el grito que sale de la boca de los diez leprosos del evangelio de este Domingo XXVIII del tiempo ordinario. Todos están viviendo una realidad de inhumanidad, no solo por la enfermedad, que no es poco, sino por su situación social. El texto muestra con claridad que ellos le gritan a distancia a Jesús, eso porque la ley lo ordenaba así. Por su realidad, ellos tenían que estar al margen de la sociedad, no les era permitido estar al interno social porque estaban “contaminados”. Nadie se les podía acercar, porque si no quedaba “impuro”. Eso hacía que su realidad interna y social fuera de exclusión, de indiferencia y total abandono por parte de todos.
Los leprosos piden algo que, desde luego, no es de extrañar: ser curados. Sin embargo, Jesús quiere saber qué tanto es claro y qué tanto creen que Dios les puede dar eso que piden. Ante dicha petición, Jesús les da un gran reto: vayan a presentarse a los sacerdotes. Nada fácil. Había que tener gran fe para empezar un camino sabiendo que si salían de la periferia donde les tocaba estar y entraban a la ciudad, les iba ir mal. ¡Eso era ir contra la ley! Nadie puede ir a presentarse al sacerdote, sino hasta que esté verdaderamente curado. Sin embargo, su fe en el Maestro les hizo creer que eso que pedían era posible.
Dios, el Dios de Jesús, es un Dios que apuesta por la vida, por la salud, por la libertad, por la inclusión, porque todos y todas nos sintamos dignos. No se puede hablar de Dios excluyendo a los otros y otras. No se puede seguir una religión que excluye sobre la base doctrinal de la fe.
El drama de esta historia no termina aquí. Lo que más sorprende es cómo todos fueron sanados, mas solo uno fue capaz de volver y agradecer. El mismo Jesús se queda sorprendido, de cómo es posible que viendo lo Misericordioso que es Dios, solo uno se vuelve para arrodillarse y abrir el corazón a la acción de gracias. Al final, la fe de los otros nueve no terminaba de estar clara; más parecía una fe solo para el momento, según la necesidad. Ya logrado lo que pidió, ya no me acuerdo. Es una triste forma de concebir a Dios, y es volver al yugo de la ley y perderse la posibilidad de vivir con la libertad que da la fe en el Dios de Jesús.
Compasión y Gracia. Esta la base de un auténtico seguidor de Jesús. Un verdadero discípulo se reconoce porque Dios le sanó y le sana sus lepras, experimenta la compasión y se abre agradecido a seguirle. Si no hay encuentro real y verdadero con el Dios compasivo, no habrá seguimiento. Una religión de solo dogmas y doctrinas tiene el gran peligro de construir una iglesia burocrática que al final termina excluyendo a otros. Esto es los que nos impela ahora la fe: discípulo agradecido, porque se siente compasivo. Iglesia agradecida porque se sabe compasiva. Sin compasión y agradecimiento, no habrá un verdadero seguimiento.