Llenar la vida de lo pequeño

cabecera buen nueva Alvaro“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Así manda preguntar Juan, en el evangelio de este tercer domingo del Adviento. Leyendo sin mayor razonamiento, la tentación de pensar que Juan duda es inminente. Y sí, tiene que haber algo de eso. Pero en verdad, desde mi pobre percepción, considero que Juan está animando a sus seguidores para que pongan bien la mirada en donde es. Es una función pedagógica la duda de Juan. Él necesita dejar claro a sus discípulos quién es el anunciador del Reino de Dios, por eso los envía donde deben ir y de paso ver y escuchar lo que necesitan. Por eso es genial la repuesta de Jesús: sus obras dan fe del momento mesiánico que ya se está viviendo.

No es fácil creer cuando la realidad se impone en su dureza. No es fácil creer cuando todo lo que se ve alrededor es el sinsentido y la muerte. No es fácil creer cuando la historia solo marca injusticias que crean impotencia e impunidad. Y poner la mirada en Dios es un camino, porque nos produce confianza y eso nos reanima en la esperanza. Una esperanza que no es para tranquilizar la conciencia, sino para tomar fuerza, espíritu, coraje, audacia…

El ver más allá nos desgobierna de apelaciones que no nos dejan avanzar: “no se puede”, “eso es imposible”, “esto no da para más”, “esto no va cambiar”, “yo soy así”, “mi vida no tiene sentido”, “mejor no hubiera nacido”, “nadie me quiere”…. En fin, estos derroteros son producto de una falsa mirada, y de una fe que no se conecta con el Dios del Reino.

El tener esa profundidad de vida de Juan, es el camino para vivir un hermoso Adviento y saber percibir los signos del Reino. Jesús, el Señor, cuando hace esa hermosa presentación de Juan a base de preguntas, nos lo dice para que tomemos ejemplo. ¿Qué fueron a ver en el desierto? Y sí, Juan estaba muy bien preparado para vivir este momento mesiánico. Se desprendió de todo y supo hacer su misión de precursor. De allí que la aclaración y el reto que nos da Jesús nos ayuda a nosotros hoy: “el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que Juan”.

Pequeñez y sencillez: dos actitudes humanas para vivir el Adviento. Cuando somos capaces de vivir así, en la vida aparece la fe que genera confianza, y la confianza lleva a la esperanza. Donde se juntan las dos, la vida se armoniza y se logra percibir luces más allá de las sombras. Ningún arbolito nos hará vivir el Adviento y la Navidad. Ni la comida o bebida que podamos creer tener para este tiempo nos hará sentir el tiempo mesiánico. Se trata de llenar la vida de lo pequeño para saber ver con ojos de fe en confianza y esperanza.