La actividad artística es una de las maneras de acercarse a lo divino
Entrevista concedida por Carlos René Aguilera Tamayo durante El Patio de los Sueños del martes 21 de noviembre de 2017.
Nuestro invitado de hoy, al decir de la crítica, es considerado uno de los artistas plásticos más importantes en el entorno santiaguero contemporáneo; yo agregaría que más allá de las fronteras provincianas, su nombre es sinónimo de calidad y fuerza creativa. Carlos René Aguilera Tamayo es graduado de la Academia de Artes José Joaquín Tejada de Santiago de Cuba, y del Instituto Superior de Arte de La Habana. Ha participado en más de cien exposiciones colectivas en Cuba y otros países de América y Europa. Ha realizado más de una veintena de exhibiciones personales en importantes espacios, no solo de Cuba, sino también allende los mares. Ostenta numerosos premios y reconocimientos. Ha sido jurado del segundo, tercero y decimoquinto Salón Nacional de Arte Religioso, de este Centro. Obtuvo el Primer Premio en el Séptimo Salón. Hijo de uno de los más grandes artistas plásticos que haya habitado en esta ciudad en toda su historia: José Julián Aguilera Vicente. Dueño de una técnica muy personal y atractiva, la fuerza de su pintura trasciende porque se haya sustentada en un ejercicio exquisito de virtuosismo y corrección con aportes y transgresiones formales que lo sitúan en el pináculo de nuestra vanguardia artística. Bienvenido a El Patio de los Sueños: Carlos René Aguilera.
José OrpíGalí (JOG): El especialista Carlos Lloga Domínguez establece un vínculo entre lo clásico —específicamente en alusión al pintor Gericault— y el discurso de la masculinidad en tu obra. ¿Hasta qué punto el clasicismo incide o determina pautas o cánones en tu creación?
Carlos René Aguilera (CR): Buenas tardes para todos. Antes de empezar a responder la pregunta tengo que decir que me place muchísimo estar aquí, cada vez que vengo me siento bien; tengo buenísimos amigos y además, siempre que los necesito ellos están, y viceversa.
Ahora voy a la respuesta. Yo siempre miré hacia atrás. No recuerdo exactamente quien lo dijo, pero hay una frase muy famosa que dice: “Los hombres actuales son enanos parados en los hombros de los gigantes del pasado”. Siempre miro hacia atrás buscando buenos consejos, porque los clásicos probaron muchas cosas y, sobre todo, el tiempo los probó y ellos están, y es por algo. Es porque las estructuras que ellos crearon son válidas, no se deben desdeñar. Uno innova, o intenta innovar; eso es otro punto. La creación es bastante relativa. Uno no crea, uno reorganiza cosas que ya están ahí, que fueron creadas por algo superior a nosotros. Sí, se puede encontrar originalidad en eso, pero eso es el punto de vista humano de la creación.
Siempre hay que mirar a los clásicos… por ejemplo, me inspiré mucho en El Bosco y en Brueghel. Desde que fui niño me llamó la atención “El jardín de las delicias”. Ese un cuadroes un Universo y es una lección de misterio, de técnica, de hechizo, de todo; de dominio de todas las cosas que se puedan hablar formalmente en pintura. Y tiene una contemporaneidad que parece pintado por un muchacho recién graduado del ISA [Instituto Superior de Arte]. Por eso es que para mí también es relativo eso de “lo clásico”, porque esas cosas clásicas son tan respetables que son actuales.
Esa siempre ha sido mi inclinación, volver a los maestros. Y eso le ha dado a mi trabajo, digamos, cierta base; no solamente en lo que dicen, en el resultado final, sino que me gusta leer lo que escribían sobre la técnica, cómo hacían las cosas. Me interesa que un óleo, que está pintado sobre lino, con aceite de lino y pigmentos minerales; todavía, hace más de quinientos años, está ahí.
JOG: ¿Cómo definirías la influencia en tu pintura de la presencia poderosa y omnipotente de tu padre, señor y dador de belleza a nuestra ciudad?

Detalle de la Portada del Catálogo del VII SAR, en el que Carlos René Aguilera obtuviera el Primer Premio
CR: En realidad ese es otro clásico mío. Todavía estoy aprendiendo de él. Además de un excelente, un grandísimo artista, siempre fue un profesor grande, no solamente de las artes, sino para la vida. Hasta los últimos días de su vida se rodeaba de gente que iban a escucharlo, porque se enteraron que tenía cáncer, y él, con su voluntad increíble —él se burló de la enfermedad— la sobrevivió veintidós años. Y allí iba la gente, porque cuando los médicos agotaban sus recursos les decían “vayan a ver a Aguilera”. Eso fue parte de su magisterio.
En cuanto a las artes plásticas, yo tuve la dicha de crecer con él, de verlo trabajar y poderle hacer preguntas como padre y como maestro. Aprendí muchas cosas, sobre todo de la disciplina y la seriedad que hay que tener con una carrera como es la de arte, que no es un paseo como algunas personas. No, hay que prepararse para muchas cosas, no solamente la técnica —que tiene que quedar bien, porque hay que respetar al público, tienes que entregarle lo mejor, con calidad—; sino la seriedad ante la vida y el trabajo. Y todas esas cosas, por supuesto, las aproveché. Todavía intento aprovecharlas.
Sin embargo mi padre siempre tuvo bien claro que él era muy influyente y siempre nos marcó a nosotros —a los hijos y a los alumnos— que teníamos que ser nosotros. Que tomáramos de los demás las cosas valiosas, pero creáramos un sistema personal y nos separáramos, porque eso sí es importante en el arte: ser uno mismo. Y él insistía mucho en ello. Por eso cuando iban al taller donde trabajábamos mi padre, mi hermano y yo —trabajábamos juntos, conversábamos, nos criticábamos y nos aportábamos cosas—; había tres obras completamente distintas. La gente decía «¿y no se influencian?»; claro que nos influenciábamos, pero nos respetábamos también.
JOG: Un día la ciudad de Santiago de Cuba despertó asaltada por una enorme valla artística que reflejaba un conjunto de osos polares, los cuales llamaron poderosamente la atención de todos. ¿Qué misterios esconden ellos en nuestra tipografía?
CR: Esa pregunta siempre viene. Los osos vienen justamente en el año 1991. Yo estaba en La Habana en una fiesta, con colegas que nos habíamos graduado todos del ISA en el ’89; y en el grupo había mucha gente increíble (hay mucha gente increíble) y artistas extraordinarios y a la vez gente muy simpática. Y en esa fiesta alguien hizo un cuento sobre un oso polar caminando por las calles de La Habana, era un historia que ya no recuerdo bien cómo era, porque a mí lo que me interesó fue el oso por las calles de Cuba. Eso fue lo que capturé ahí mismo. En ese momento yo estaba en busca de algo que refrescara mi trabajo, pues hasta entonces estaba haciendo cosas políticas, de tema social; y llegó un momento en que me sentía un poco agobiado de tanta solemnidad, de tanta seriedad en mi trabajo. Y el oso me pareció tan simpático. Empecé a pintarlo y aquí hice un díptico —que está en la colección de la Galería de Arte Universal— que se llamaba “Paradojas de dos parajes”. Era un paisaje tropical que se conectaba con un paisaje polar, donde hay unos monos en el Polo, y un oso en el paisaje tropical; y en el centro, conectando los dos cuadros, había una máquina de pelar bananas. Era una cosa absurda, porque las bananas se pelan con las manos, pero yo hice toda una estructura, con ruedas, algo muy complicado. Eso fue premio aquí y luego en el Salón Nacional de Premiados, en La Habana. Y el premio me estimuló a seguir con el tema. Después fui a Santo Domingo, a la Bienal de Centroamérica y el Caribe de pintura, y me dieron medalla de oro; y dos años después volví a ir y otra vez obtuve medalla de oro. Entonces dije, bueno, parece que el oso funciona, ¿no?
No es lo único que yo hago; en mi taller te puedes encontrar una pared llena de cuadros abstractos y otros temas dentro de la figuración. El tema del oso es… mira, hay pintores que pasan su vida entera tratando de encontrar un símbolo, y nunca lo encuentran. Yo lo encontré así, de esta manera y creo que es una bendición. Y a la vez es una esclavitud porque mucha gente piensa que solo son los osos y no, hago otras cosas. Ya es como una extensión de la firma.
Además, es un animal que, en estos momentos que estamos viviendo en el mundo, es interesante como metáfora; no por la extrañeza de andar por las calles de Cuba o el Caribe, no; imagínense que es un animal grande, hermoso, fuerte, y a la vez vulnerable. Porque está en peligro, la humanidad lo está poniendo en peligro, está erosionando su hábitat, tienen que nadar cientos de kilómetros para buscar su alimento; están famélicos, sin alimentos. Los estamos matando, con toda su belleza, su fuerza.
JOG:¿Consideras que la fe, como virtud cristiana, con todo su poder, ha ejercido una influencia decisiva en tu carrera y en tu vida personal?
CR: No me gustaría separar las cosas. La actividad artística es una de las maneras de acercarse a lo divino. Digamos, trabajar con el lado sensible del alma y la creación de belleza y armonía, es una cosa que acerca a Dios y a la espiritualidad más que otra cosa. Para mí es natural, yo jamás podría separarlo.
JOG: Entre los premios y los reconocimientos que has obtenido a lo largo de tu carrera debe haber algunos que por su trascendencia o significación te resulta necesario resaltar; ¿cuáles?
CR: Ahorita mencioné un premio importante que fue el de la primera y segunda bienal de Centroamérica y el Caribe. Esos me marcaron porque me abrieron al mundo. A partir de ellos me establecí en la República Dominicana, estuve unos años allí; después estuve dos años en Nueva York, después me fui para Europa, en fin. Eso me abrió el mundo y eso es importante, sobre todo para el creador, que tiene que ver mucho. Ahorita mencionaba que nosotros no creamos nada de cero —eso quien lo hace es Dios—, nosotros redistribuimos cosas que ya están creadas y la ponemos sensiblemente a trabajar, por varias técnicas y métodos.
Pero también el premio del Salón de Premiados fue importante, y más recientemente un premio de aquí del Salón de Oriente. Un cuadro que trataba un tema más social: Cuba entraba en temas políticos más profundos y contemporáneos, que yo los vi como enredo grande en que estaba el pueblo cubano y tenía que desenredarlo. Se llamaba “Tres Juanes y un entuerto”, eran tres hombres cubanos, como los tres Juanes de la Virgen, tratando de desenredar una gran madeja de sogas, que se enredaba en una oscuridad total. Es un cuadro horizontal, en el que en una esquina está la acción y el resto del cuadro es enredo. O sea, en la acción, los hombres están desenredando o enredando más el asunto. El cuadro fue premiado y me pareció muy oportuno que el Jurado y la gente se fijara y entendiera lo que yo estaba diciendo.
JOG: ¿Qué proyectos estás desarrollando en estos tiempos? ¿Exposiciones? ¿Nuevas obras?
CR: Ahora mismo estoy en una cosa increíble. Estoy pintando a media capacidad porque estoy ocupando mi tiempo, desde hace dos meses, en crear un aula especializada para arte en mi estudio. Un aula donde se podrá proyectar, con audio. Resulta que mi taller tiene convenio con el Centro de Superación [para la Cultura], con la Universidad [de Oriente] y con la Escuela de Arte [Academia de Artes Plásticas José Joaquín Tejada] para apoyar la docencia. Mi hermana y yo decidimos crear esta aula; conseguimos unos pupitres que estaban abandonados, los levé al taller los reparé y los pinté —cada uno es una obra abstracta; cumplen su función, pero son obras abstractas—. Y eso me ha estado ocupando en estos días. Ya todo está organizado, se dio la primera clase. Ese es un proyecto que me parece una extensión de mi trabajo, muy interesante. Más allá de eso tengo otros proyectos: exponer en Seattle, Estados Unidos; y una exposición en la Galería Arte Soy, acá en Santiago. Es una galería enorme que pretendo llenar con cosas totalmente nuevas, no expuestas en otra parte.
JOG: ¿Qué sueños por realizar le aguardan a Carlos René?
CR: Es una pregunta muy compleja porque yo me paso la vida soñando, en un solo sueño. Y ahora mismo salgo de aquí, de este lugar, con nuevos sueños. Podría estar una semana contando los sueños que tengo. El sueño más inmediato, pues me gusta aferrarme a cosas tangibles y posibles, se cumplirá cuando termine de instalar todo lo que lleva el aula y termine de construir mi taller, que está en ampliación y preparando cosas para el trabajo con los niños.