Reinaldo Cedeño: «La poesía es una necesidad»
Primera parte de la entrevista concedida por el periodista, poeta y cronista Reinaldo Cedeño durante el espacio El Patio de los Sueños, del 18 de septiembre de 2018.
José Orpí Galí (JOG): Casi es inútil presentar a nuestro invitado porque… quién no conoce a Cedeño; pero hay que hacerlo y tratare de hacerlo lo mejor posible porque él es un juez implacable:
Conocer a Reinaldo Cedeño es un lujo. Hacia 1994, un aciago año del periodo especial, le vi por primera vez, cuando aún éramos jóvenes e indocumentados —claro, él mucho más joven que yo—, en una sesión del entonces taller de poesía del Caribe que convocaba el eterno hacedor de espacios Jesús Coss Cause. Él se iniciaba en el poderoso mundo del periodismo. Muchas cosas nos han unido con el tiempo: peñas y descargas, banquetes y ordalías, tristezas y sobresaltos. Sus primeros artículos en la prensa causaron conmoción. Recuerdo uno en especial que versaba sobre el tema de nuestra bandera. Desde entonces ha tenido el destino de los grandes: exaltado y vilipendiado por unos, deseado y envidiado por otros; y aquí lo tenemos hoy. Creo que no necesita acotación alguna porque quién no lo conoce. He presentado en este espacio a figuras de muy ilustre prosapia, obispos y embajadores, como diría Martí; pero nunca nada más difícil como hacerlo con alguien que ha demostrado el valor de la humildad enarbolando su luz sin importarle…. No voy a decir como Amaury Pérez en Con dos que se quieran; este es mi amigo Reinaldo Cedeño Pineda, porque en realidad él es amigo de todos y su sola presencia nos causa una inevitable emoción. Bienvenido a El Patio de los Sueños (Aplausos).
Ser periodista en estos tiempos entraña un alto riesgo y además una buena dosis de paciencia. Tu “ser periodista” es como el “yo acuso” clásico ¿Qué opinión te ofrece el periodismo que se hace hoy? ¿Alguna anécdota interesante en su tránsito por las lides periodísticas?
Reinaldo Cedeño (RC): Una vez me llevaron a un programa de televisión y yo dije por favor no me pregunten eso que tú me acabas de preguntar, y fue lo primero que me soltó, naturalmente (Risas).
Cuando yo me decidí por la carrera de periodismo me di cuenta de varias cosas; una, que no era muy ducho en las materias de la matemática, la química y la física, aunque después me ha hecho falta superarme por varias causas en esas materias. Entonces dije, “bueno, algo que tenga que ver con las letras”, porque uno tiene que conocer sus limitantes. Yo era una persona muy curiosa, muy curiosa, y quería hacer muchas cosas; y un día una amiga me dijo, “pero, muchacho, el periodismo es lo que te conviene a ti”. Y poco a poco me convencí que sí que ese era mi vocación. Llegaron aquí a Santiago creo que siete plazas, con otros requisitos, nada más durísimo de coger. Finalmente fueron cuatro los que aprobamos.
En la Universidad yo creo que nos enseñan bien lo que es el periodismo. El periodismo es un servicio, que inexcusablemente lleva una opinión. Por el camino me di cuenta que ser periodista es ser quijote —yo trate de exorcizar eso en un libro y en unos artículos—. Cuando no te conocen pero saben que tú eres periodista, te sueltan en cualquier lugar: “¡periodista!”; y ahí tú tienes que pararte porque la gente piensa que tú eres bibliotecario, delegado, adivino, precursor, gurú, resuélvelo todo… en fin, todo eso. Yo siempre escucho a las personas que se dirigen a mí porque sé que es un servicio tremendo.
Siempre me he sentido muy honrado de ser periodista porque he podido ayudar a algunas personas a solucionar algunos temas muy difíciles. Luego he ido a muchos lugares y he podido expandir lo que veo para mundo entero: hoy tu escribes en una página de internet, por ejemplo, esto que está pasando aquí, y el mundo entero se entera. Esa posibilidad no la tiene mucha gente; es un lujo extraordinario, pero es una responsabilidad.
Yo me mortifico mucho cuando el periodismo no se toma de una manera seria, cuando se hace cualquier cosa para salir del paso (aquí esta Nereida [Barceló] que es una gran periodista)… me mortifica mucho porque el periodismo para mí es una misión tremendamente responsable; a veces temerosa. A diferencia de otras ciencias donde la gente nos conoce menos, solo es juzgado por tu jefe, en el periodismo eres juzgado por la gente que te lee o te oye.
La sociedad cubana esta urgida de cambios (quién no sabe eso); está urgida de ser sacudida de muchas cosas. Se está haciendo en una parte y en otras todavía esta anquilosada de muchas cosas. Y el periodismo no está por encima de la sociedad cubana; el periodismo es producto de una sociedad que tiene que ser sacudida todavía en muchos aspectos; por tanto, a ese periodismo le falta también eso, lo mismo que tiene la sociedad cubana. Hay quien dice: “por qué no se hace”; bueno, es que está respondiendo una sociedad que tiene sus estrecheces, que tiene sus moldes, que tiene sus carencias, que tiene sus fulgores, que tiene sus ambiciones, sus abundancias, tiene de todo. El periodismo esta así mismo: le falta compulsar un poco e ir cambiando junto con esa misma sociedad en una dinámica compleja.
Yo decía un día que ser periodista es ser Quijote porque estás en una cabalgadura en la que hay mucha gente que te está mirando; gente que no quiere que tú digas esto, que no digas aquello, que no digas lo otro. Y tú lo tienes que decir. Eso a veces implica que tienes que irte hasta del centro laboral (no viene de lejos para mí). Pero si un día tienes que irte, te vas, porque es una responsabilidad que tú tienes. A veces me han tratado de muy mala manera; pero mi madre me dijo, en un momento difícil de mi vida: “las excrecencias pasan, tu sigue calladamente haciendo lo mejor que tú puedas, que se van a dar cuenta quién tú eres”.
Por ahí ya te conteste la pregunta, complejísima, a la cual le dedique un libro completo. Y entonces… el inciso, cómo es que dice, ¿anécdotas?… Deja ver cual escojo.
JOG: Que sea publicable.
RCP: Déjame escoger la de Carilda, que es reciente. Esta es una anécdota amable, para no hacer las otras desagradables.
Resulta que yo me propuse conocer a algunas personas… siempre el fatalismo de estar en Santiago de Cuba, donde hay muchas personas interesantes, pero hay otras que están en otros lugares y uno tiene que estar a la caza de esas personas; porque yo sabía que me iban a retribuir a mi vida. Una de ellas era Carilda.
Un día una amiga me recito un poema de Carilda que decía: “Todo te debo Matanzas, la biblioteca, el estero, tener alma y no dinero, te debo las esperanzas”. Y ahí fue que yo supe de Carilda. Dije “¡Ah, mira dios mío, quién escribe esto!”, y la quise conocer. Dije, pues me voy para Matanzas, una locura, y allá me fui. Pero no había manera de llegar a Matanzas: yo era primerizo en esas lides de viajar y entonces no hubo manera; hasta que un día fui a La Habana y me dijeron: “¿tú no querías ir a Matanzas?”, y me hablaron del tren de Hershey (Risas). ¡Ustedes han montado ese tren!, un tren eléctrico que era como viajar al pasado, pero una maravilla, porque aquello de noche iba chisporroteando chispas. ¡Yo pensaba que iba a coger candela! Pero así llegue así (¡si Lorca vino aquí en un coche de aguas negras!). Enseguida a Calzada de Tirry 81. Eso tienen los poetas: como ella tiene un libro que dice así, yo me supuse que vivía ahí. Yo no sabía si vivía ahí o no, pero dije “voy para ahí”. Cuando llegue no estaba ahí.
Al otro día la fui a verla. Me presente “yo soy fulanito de tal (¿quién era yo?, nadie); llegue de Santiago de Cuba y quisiera entrevistarla. “Ah, sí, después; después nos vemos”, me dijo. Tampoco pudo ser, porque ella tenía otras conferencias, etc. Y pasó un día y ya yo pensaba “caramba, me tengo que ir sin poder entrevistar a Carilda”. (En eso días, creo que en el pedagógico de Matanzas se accidentó la cadera y los amigos me dijeron: “oye, pero qué fuerte tú eres, muchacho, le tiraste a esa señora que no te dio la entrevista y ahora se fracturó la cadera”(Risas). (…)
La mandé varias cartas a Carilda, insistente, pero no me contesto ninguna. Me dije, “bueno, ya tengo que olvidarme de Carilda; qué vamos a hacer”. Pero llegó el encuentro Iberoamericano sobre Dulce María Loynaz y me invitaron, gracias a un libro que yo había hecho con ediciones Santiago. Cuando veo el programa me entero que Carilda iba a estar en el hotel Pinar del Rio (…) y rápidamente allí fui. ¿Quién la recibió en Pinar del Rio?: yo. Cuando subía las escaleras le dije, “Buenas, Carilda. Mi entrevista. Le he mandado varias cartas…”. Ella me miro, insólitamente, y me dijo “ya no tengo manos para escribirle a todas las personas” (después leí en la biografía que ella recibía cartas de medio mundo y no contestaba ninguna), y me dijo “ven mañana a las 8 de las noche” (o ese mismo día, no recuerdo). Dije “bueno, ya: mi noche con la novia de Cuba”. Efectivamente, fui para el hotel (…) allí en la habitación hicimos la entrevista y ahí me dijo algo que yo utilice recién sobre la definición de la poesía, que es espectacular, genial, fue tan espontáneo que eso mismo Urbano Martínez Carmenate, el biógrafo de ella, después lo usó cuando yo le mando la entrevista.
(…) Ella me dijo que la poesía no hay que buscarla en la envoltura de un libro; que la poesía, a las personas que están traumatizadas o amargas por algo de la vida, la poesía se les aparece en un gesto o en una frase; sin poesía no habría puentes ni habría pirámides; poesía es lo que nos salva. Yo me fui de allí que yo no sabía ni qué hacer con todo aquello, con esa descarga. Lo preparé primero para la revista Ámbito, de Holguín. Luego la guardé. Ya está publicada en un libro y ahora la retomé, aderezándola con otra cosa, para el periódico. Esa es una anécdota que te puedo contar; una de las amables
JOG: El poeta holguinero José Luis Serrano ganó el premio Nicolás Guillen este año con un libro de sonetos, lo cual, a la luz del complejo universo escritural que hoy se exhibe en eventos y concursos, resulta algo asombroso y a la vez reconfortante. En su discurso de agradecimiento por el premio, José Luis afirmó: “Creo que estamos más necesitados de poesía que nunca”. No te voy a pedir una definición de la poesía, ya hay demasiadas; más bien te insto a que nos digas que piensas sobre la necesidad de escribir y vivir con la poesía.
RCP: Esto es muy necesario. Mira, yo no sabía la pregunta pero ya te adelanté un poco de lo que pasa. En mi opinión (a lo mejor soy muy duro, porque los barrios son micromundos; no se puede ver la colectividad o la sociedad sin ver donde tú vives, tu primer alumbrón bajo el sol es donde tú vives y donde te vas moviendo), hay mucha marginalidad mucha, gente al margen por diferentes causas sociales, económicas, de malas orientaciones, de dificultades con la educación que ha habido en Cuba en los últimos años, etc.; y eso te mueve a conductas irrespetuosas, que yo he tratado de combatir desde el periodismo y desde otros frentes. Yo te he contado lo que he tenido que hacer a veces, y la poesía, junto con toda la obra cultural, es una modelación de tu conducta y tu sensibilidad. La poesía integra parte de la espiritualidad tuya, de algo muy hondo que te permite ir mas allá en los entresijos de las cosas, disfrutar los detalles de las cosas, disfrutar de tu familia, disfrutar de un ambiente armónico donde la gente pueda moverse de una manera coherente, de una manera libre.
Una vez coincidí en un evento donde alguien, para provocarme, me dijo que la poesía no hace falta (…) y entonces yo le dije: “Fíjate bien (era un lugar que era muy hermoso), por qué esas paredes tienen esos mosaicos, con esos rombos rojos; eso no hace falta, podía ser una pared lisa; ah, porque la belleza es una necesidad. La poesía es una necesidad, no es un adorno. Es una necesidad sentir. Decía Chejov que causar placer es un deber en el carácter de una persona. Para todo eso sirve la poesía. No solamente son los versos, cuando tu ayudas a una persona hay mucho de poesía; un acto de poesía increíble es cuando tu tomas un ramo de flores y vas a ver a un ser querido en la losa; porque es una flor, que es una cosa que se deshace enseguida contra la piedra y contra la inexorable que es la muerte; entonces eso es un acto sublime de poesía, de recordación. Cuando una persona está herida, o algo, y le dices “cuenta conmigo”, ese es un acto de poesía increíble; sin eso para qué existiríamos, ¿verdad?
La poesía es una gota de condensación suprema. A veces escuchas un poema y dices “cómo es eso, cómo esa persona dijo eso, lo conceptuó todo ahí”. Yo siempre te decía de Coss Cause, nuestro amigo; ¡qué señor!; sin una formación recia académica era capaz de hacer ese tipo de cosas. Siempre pongo el ejemplo, ¿te acuerdas?, del cimarrón: que el cimarrón desandaba, hizo de todo, los perros lo despedazaron… y lo encontraron ahorcado, pero en el flamboyán más hermoso de la tierra. ¡Qué es eso!, ¡eso te da unas sensaciones!…
Todo lo que te haga volar de la materialidad a la que uno está atado, no tiene valor: cuando dices te amo a una persona; tu boca menciona la palabra madre… ¡es tan grande!; eso un acto tremendo de poesía. Cuando sigues la amistad con una persona que está lejos, eso es un acto de poesía…
(…)
(continuará)
Un espectáculo. Que no demore mucho la continuación.
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