Presentada Viña Joven 67
En la tarde de este miércoles 29 de enero de 2020 se presentó el número 67 de la revista Viña Joven, último del año 2019.
Noel Pérez García, escritor y miembro del Consejo de Redacción de la publicación de carácter socio-teológico-cultural, tuvo a su cargo las palabras de presentación, en presencia de varios de los colaboradores de la revista quienes, como ya viene siendo costumbre, tuvieron la posibilidad de intercambiar con el público presente sobre las motivaciones de los textos de su autoría, publicados en este número.
Durante su intervención, Noel Pérez no dudó en destacar el salto cualitativo en el diseño editorial de Viña Joven, lo que, aseguró, marcará sin dudas el recorrido de la misma de ahora en adelante, con una visualidad muy fresca y contemporánea.
A continuación, les compartimos un resumen de las palabras de presentación de Viña Joven 67.
No termina aún el primer mes de este palindrómico 2020 y ya Viña Joven nos reúne. Frescas en la memoria están las jornadas por la celebración de sus primeros veinte años. Más fresca todavía, la gala de premiación de la XVII edición del concurso homónimo, fuente imprescindible, y a todas luces inagotable, de contribuciones a las páginas de una revista que hoy puede ufanarse de presentar su número 67.
Y una vez más, la entrañable Mirtha Clavería deposita en mí su confianza y me pide que sirva de pórtico a esta nueva Viña Joven. Como en las ocasiones anteriores, me siento agradecido y comprometido. Sin embargo, nobleza obliga, entiendo que en estos momentos soy la persona menos indicada para esta tarea.
En mi papel de presentador de números anteriores intenté mantener siempre una mirada imparcial: dar loas a lo que «loas» merecía, pero también señalar, con toda humildad, lo que desde mi perspectiva de lector medianamente avezado entendía perfectible. Algo bueno debe haber salido de esa postura, cuando Mirtha no solo me confió otras presentaciones, sino que agradeció toda crítica posible.
La verdad, no hay mucho mérito en ello. De mis pasos adolescentes en el ajedrez aprendí que «desde afuera se ve mejor». Y yo era un mero observador; más allá de haber tenido un día la suerte de verme publicado, por primera vez, en un ya lejano número 51.
En cambio, hoy mi papel ha cambiado. Ya no soy ese que mira los toros desde la barrera o, para mantener la metáfora ajedrecística, el tablero detrás de la cuerda. Hoy soy de los que mueve las piezas o, para regresar al ruedo, hoy soy torero, banderillero, mozo de espadas o, cuando menos, arenero.
En fin, que mi nombre aparece (…) dentro del Consejo de Redacción de la revista. Luego, con esta presentación, se puede afirmar que he participado de todo el ciclo vital de la misma: desde su gestación, su maduración, su nacimiento, y ahora, cuando esta “hermosa joven de veintiuno” comienza a desandar su propio camino. Por participar, tuve hasta la posibilidad de estar entre las máquinas del taller gráfico San José, de dar la mano a los técnicos que la imprimen, de besar la mejilla de las mujeres que la encuadernan, de aprender de quienes también sienten a Viña Joven como algo propio.
Visto lo anterior, y como no puedo ser juez y parte, sabrán disculparme si por primera vez presento uno de sus números desde la imparcialidad. (…)
Los lectores asiduos, los colaboradores de siempre, de inmediato notarán algo diferente. Y una vez descubierto, quizás les suceda como a mí: no dejarán de hojear la revista, de arriba abajo, de atrás adelante, de adelante hacia atrás, admirando lo que considero un inmenso salto cualitativo en la calidad artística de esta publicación. Y es que, pasados sus veinte, Viña Joven se “reinventa” y se nos ofrece hoy con una imagen más fresca, más contemporánea, más acorde a los tiempos modernos. Una evolución en el diseño editorial de Viña Joven será el sello distintivo en esta nueva etapa de vida. (…)
Y si de visualidad hablamos, habrá que detenerse necesariamente en la cubierta. Una luz en la oscuridad, del artista plástico habanero Dany González Gutiérrez, fue la obra escogida para el frontis de este número. Obra que no deja impávido, incluso, desde las carencias del material impreso. No hablemos ya de quienes tuvimos la oportunidad de disfrutarla en vivo, durante el XIX Salón de Arte Religioso en el que mereciera el Premio colateral-adquisición de la Delegación Claretiana Independiente de Las Antillas. Esa luz, ese punto luminoso que atrae la vista, es Viña Joven. Afortunada coincidencia, entonces, que el número dedicado a la Navidad, sea también el de la renovación.
Como quien mira mucho tiempo esa luz, habrá de irse adaptando la pupila a medida que transite el casi medio centenar de cuartillas de la revista. Y en ese acomodamiento de la pupila reconocerán las secciones habituales, a saber: «Ventana al lector», «Artes plásticas», «Cine», «Cultura cubana», «Lenguaje y comunicación» y la «Tertulia literaria». Es decir, para tranquilidad de posibles conservadurismos, Viña Joven no pierde su esencia, esa que la ha sostenido en el favor de los lectores, durante dos décadas.
(…)
Comienzo, (…) por el reverso de cubierta y contracubierta. En medio de un diseño sobrio, que regala el protagonismo al texto, nos recibe y despide (respectivamente), sendos poemas alegóricos a la festividad en la que siempre se enmarca, cada año, el último número de Viña Joven. En el primero, el padre Pedro Arrupe nos dice que encontrar a Dios es «enamorarse rotundamente y sin mirar atrás»; mientras que en el segundo, una voz anónima nos invita a «experimentar el valor de la esperanza».
Ya en la página 3 se abre la «Ventana al lector», (…) y Rafael Navarro-Valls, antiguo portavoz de la Santa Sede, nos acerca a Los Papas del pueblo, un conciso y centrado análisis comparativo entre Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, partiendo de una pregunta «¿Qué se quería encontrar en los últimos Papas?».
La página 5 marca no solo el inicio de la sección de «Artes Plásticas», sino un regreso al mes de marzo de 2019, fecha en que se dejaba inaugurada en este Centro Cultural, la exposición Evas y Adanes, de la matancera-santiaguera Belice Blanco Garcés. Interesante práctica que han sostenido a lo largo del tiempo los hacedores de Viña Joven, esta de rememorar, desde las páginas de la revista, las exposiciones presentadas durante el año en sus galerías. Y si bien por razones lógicas, solo soslayables en el caso del Salón de Arte Religioso, es imposible replicar toda la muestra en estas cuartillas, ahí están las Palabras del catálogo y las Palabras inaugurales, a cargo de la curadora, Luisa María Ramírez, para confirmar, una vez más, que «recordar es volver a vivir».
Cierra la sección dedicada a las artes visuales una segunda entrega del historiador del arte, investigador y profesor universitario Lázaro Gerardo Valdivia, con la cual da continuidad al tema presentado en el número 66. En esta oportunidad nos adentra en los cuestionamientos éticos a la obra de Diego Velázquez y Juan Carreño de Miranda. A no dudar, una mirada singular a las artes plásticas, que bien pudiera extenderse a otras manifestaciones y épocas.
Pasando página (ya estamos en la 14), la ya habituada pupila del lector se reencontrará con la sección dedicada al «Cine» (…). Y me alegra que este reencuentro sea desde la figura y la obra de Santiago Álvarez, a propósito de la decimoséptima edición del Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in memoriam, celebrado en esta ciudad entre los días 6 y 12 de marzo de 2019.
Luego de una «introducción necesaria» a este festival, Rosa Rodríguez Miniet reflexiona sobre La maestría de Santiago Álvarez, de quien asegura «es en su naturaleza, un martiano convencido». Por su parte, Mirna Caballero nos conduce por los entresijos, más allá de la imagen y el sonido, de uno de los clásicos de la documentalística cubana de todos los tiempos: Ciclón.
Este acercamiento a la obra del autor de Now!, bien podría haber tenido cabida en las páginas que le siguen; pues si de homenajes se trata, el número 67 de Viña Joven no ha escatimado espacio. «Elogios» podría haberse dado en llamar en esta ocasión la sección «Cultura Cubana». Palabras de elogio a Raúl Ibarra Parladé y Efraín Nadereau, en ambos casos pronunciadas por Manuel Gómez Morales durante las jornadas del Premio Heredia del año 2018; las palabras pronunciadas por el p. Jorge Catasús al depositarse las cenizas del maestro Electo Silva en un nuevo panteón en Santa Ifigenia, hace ya poco más de un año; y un extenso recorrido por la vida y obra de Eusebia Cosme, la suave rosa olvidada, y rescatada en estas páginas por “el cuate” Eduardo (Lalo) Aguilera; constituyen todas, desde sus maneras e intenciones, el reconocimiento a relevantes personalidades de lo mejor de la cultura santiaguera, y como tal, cubana.
Recalco bien estos últimos términos, santiaguero-cubano; porque de cierta forma vuelve a ocupar el centro de atención en ese oasis del lenguaje que nos regalan número tras número el binomio Alex y Darío Muñoz. En esta ocasión, la sección «Lenguaje y comunicación» toma como pretexto a uno de los más populares entretenimientos en estos tiempos invernales, cuando se aprovecha la menor brisa para empinar ¿El cometa o la cometa? La lectura de este artículo, una vez más, me lleva a mis tiempos de estudiante becado en la capital, cuando sostuve no pocas discusiones sobre qué región del país tenía la razón al usar una palabra u otra (entiéndase, «escaparate o armario», «mamey o zapote», «platanito o guineo», «papalote o cometa»).
Como es costumbre, el tercio final de la revista se dedica a la «Tertulia literaria», y abre con las menciones del XVI Concurso Literario, dedicado al género poesía. Deuda saldada. La jiguanicera Déborah Frómeta nos dice «De cuánto es necesario la felicidad», también «De la naturaleza de las cosas» y asegura que Truman Capote jamás tuvo la culpa. Un habitual en estas lides, el holguinero Juan Siam, se pregunta ¿Cuánto soportarán estas murallas, / estas sólidas torres que flaquean? en «La última noche de Pamplona». Mientras, Rosa Rodríguez, esta Cubela de segundo apellido, y villaclareña por más señas, afirma que Los grandes poemas se escribieron / con palabras simples, a la par que se lamenta: Dios no debía dejar caer estos días del cielo,/ no para los poetas.
Cierran la tertulia, y el número 67 de Viña Joven, dos «de casa». Yunier Riquenes se pregunta, en la tercera de sus Crónicas bien íntimas, ¿Cómo podemos hablar de amor? Y José Orpí ve finalmente publicado sus Memorias de Noé, conmovedor texto con el que ganara el Gran Premio del II Concurso de Promoción de la Lectura Caridad Pineda in memoriam, allá por el 2013.
«De todo, como en botica», diría mi abuela. Y sí. Viña Joven sigue siendo esa revista variada, profunda, amena, solidaria, hermosa. Y hoy, puedo sentirme orgulloso de haber puesto en ella un granito de arena. Y agradecido de que me hayan dejado hacerlo.
De sus defectos, que habrá de tenerlos como toda obra humana, no me tocará a mí hablar esta tarde. Ya lo había alertado: hoy soy imparcial. Me pidieron presentarles el número 67 de una revista que ayudé a construir y lo hago con la certeza de que llevarán a casa un regalo exquisito. ¡Disfrútenlo!
¡Ah!, y si ven algún “detallito”, no duden en compartirlo. Fiel a la escuela de Mirtha Clavería: nos encanta la buena crítica.
Noel Pérez García
Santiago de Cuba, 29 de enero de 2020
- Luisa María Ramírez (izq) y Belice Blanco
- José Orpí
- Manuel Gómez Morales
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