Giovanna Tames: «en Jesús es donde radica nuestra fortaleza»

Entrevista concedida por Giovanna Tames, responsable de la Comisión Diocesana de Catequesis, durante el espacio El Patio de los Sueños, del 18 de enero de 2022

El mundo de la religión católica es un mundo maravilloso; y me refiero a eso porque hoy la persona invitada a este espacio está muy relacionada con el universo religioso. Yo también fui niño y adolescente, y vinculado a la parroquia del reparto Sueño (que por cierto se nombra San Antonio María Claret), realicé alguno de los Sacramentos establecidos para piedad y vocación. De ese entonces recuerdo las tardes de Catequesis y las cosas hermosas que aprendí. Entre ellas, que los Sacramentos son siete: bautismo, comunión, confirmación, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio. De esos siete sacramentos me tocó ser bautizado y realizar la Primera Comunión, que en mi época era como haberse graduado de Máster o tal vez de Doctor. Luego tocaba la temida Confirmación, y digo temida porque además de que debía buscar un padrino (que fue mi propio profesor de Catequesis), se rumoreaba con preocupación por los niños, que en determinado momento del acto, el sacerdote le daba a uno una sonora bofetada para despertar a la Luz del Espíritu Santo. Claro que ese temor se disipó y con una breve cachetada fui confirmado.

Como decía al principio, nuestra invitada de hoy tiene mucho que ver con lo que les he narrado. Nació en Guantánamo en 1971 y a los cuatro años fue a vivir a Holguín. Estudió Historia de Arte en la Universidad de Oriente y trabajó en la Academia de Artes Plásticas. Escribe para el boletín Iglesia en Marcha, y es responsable de la Comisión Diocesana de Catequesis. Solo breves datos, porque en el transcurso de la conversación ella nos contará otros detalles interesantes. Bienvenida a El patio de los sueños, Giovanna Tames Miraglia.

José OrpíGalí (JOG): Las abuelas son seres místicos que reparten dones por doquier y dejan una huella indeleble en nuestras vidas. ¿Cómo influyó tu abuela en tu acercamiento a la religión?

Giovanna Tames (GT): Mi abuela fue, como todas las abuelas, el ángel de la familia. Por las razones que todos conocemos, razones históricas, en ese momento no era posible que se pudiera hablar de religión, que las personas que empezaban en la universidad continuaran toda la vida en la Iglesia; algunos optaron que sí, otros que no, y en mi familia mi madre decidió que no, que optaba por su carrera universitaria. Afortunadamente era en La Habana y nosotros vivíamos en Guantánamo, y mi abuela continuó transmitiendo la fe en la casa, enseñándome las oraciones, llevándome a escondidas a la iglesia, tratando siempre de llevarme ante el Sagrado Corazón (que estaba detrás de una cortina) en la sala para que allí hiciéramos las oraciones diarias. Realmente a ella es a quien agradezco muchísimo esa formación inicial, ese acercamiento a la fe.

Vista de la más reciente edición de El Patio de los sueños

JOG: Te voy a mencionar dos términos y me dices qué significan para ti: la parroquia de San Francisco y la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús.

GT: Son pilares en mi vida de fe. Viví en Guantánamo hasta los cuatro años. De ahí nos fuimos a Holguín por razones de ubicación laboral de mis padres, y ahí se acabó la ida a la iglesia. Nada más cuando volvía a Guantánamo podía volver a la iglesia. Cuando fui creciendo, que me becaron en la Vocacional, cuando salía los viernes iba a la iglesia, pero si se lo decían a mi mamá… iba temblando. Tuve que esperar venir a Santiago, a la universidad, para poder ir con libertad a la iglesia, y eso para mí fue como la liberación total. Y fue una bendición de Dios que en la universidad, en ese momento, estuviésemos un grupo de jóvenes cristianos, un grupo ecuménico (que después le puse nombre, pero en ese momento éramos «los hermanos»), un grupo de «hermanos», que nos reuníamos en una azotea y éramos felices. Cantábamos, rezábamos, leíamos la Biblia. Ahí más o menos volvió mi apertura a un espacio religioso como tal. Y allí conocí a unos jóvenes que fueron para mí como los Cicerones que me invitaron a la iglesia de San Francisco. «Vamos, que allí hay muchísimos jóvenes; aquello es precioso, vas a ver qué bueno es». Llegué y ahí mismo dije, «me quedo aquí». Fue justamente lo que andaba buscando. Y es bonito que en la tarde de hoy también esté aquí aquel que me recibió con muchísimo amor y acompañó todo el proceso de mi catequesis, que es mi querido [Manuel] Chang, mi catequista, a quien nunca dejo de agradecer. En San Francisco pudimos hacer todo un camino de crecimiento y de acompañamiento en tiempos difíciles (Período Especial, beca de Quintero); de alguna manera también una nueva mirada hacia las personas que en espacios públicos, sobre todo en la universidad, daban testimonio de su fe. Fue un proceso muy bonito en el cual nos pudimos acompañar a crecer, a ser felices en medio de tanta precariedad y a vivir momentos muy especiales de cara a Dios, y de cara a tantas personas que necesitaban de aliento, de ayuda, sobre todo en la beca; unos tiempos muy, muy duros, y el grupo este de hermanos que también luego acompañamos a muchas otras personas en su crecimiento en la fe, porque pudimos dar catequesis allí en la beca, que después insertamos en el grupo universitario… Pues ha sido eso: San Francisco estuvo en el pilar de mi fe; vamos a decir no solo en mi corazón sino también como institución; de pertenecer a una comunidad, de ser acogida, de estar comprometida y de compartir lo que había recibido.

Y en ese mismo camino, en ese mismo tiempo, en ese mismo proceso conocí a las religiosas del Sagrado Corazón. Entre los hermanos de La Salle y las hermanas del Sagrado Corazón tenían a cargo mucho de la Pastoral Juvenil acá en Santiago (en la arquidiócesis, porque era Santiago, Granma, Guantánamo), y las hermanas me abrieron las puertas de su casa, de su espiritualidad y también el acompañamiento en ese proceso propio mío de crecimiento, de búsqueda. Con ellas aprendí también el servicio de la catequesis, en el barrio de Palau, en aquel momento, cuando se abría Santa Lucía al barrio; y fue un proceso muy bonito (me gusta esa palabra, bonito [risas]) de crecimiento hacia dentro y hacia afuera también en el servicio. Y tiempo después hice un discernimiento, un proceso vocacional que me conllevó a compartir la vida de las religiosas del Sagrado Corazón durante seis años. Fue un tiempo bueno, intenso en mi vida, que recuerdo con mucho agradecimiento, con mucha certeza en mi formación humana y espiritual. Estoy muy agradecida a ellas, a la espiritualidad, al carisma de esa Congregación, con quienes establezco todavía muchos lazos de amistad, de colaboración como parte de la familia del Sagrado Corazón.

Giovanna y Orpí

Giovanna y Orpí

JOG: Estudiaste Historia del Arte en la Universidad de Oriente. ¿Cómo fue ese enfrentamiento de estudiar una carrera como esa en medio del terrible y desgastante Período Especial?

GT: Esa experiencia no se acabó cuando me gradué, continúa [risas]. Sí, fue muy fuerte, pero creo que lo vivimos con mucha intensidad. Fue un tiempo duro, en la beca de Quintero fue extremadamente duro: de bañarnos con un vasito, una latica y un pomito y de estudiar con mechón y rotarnos los mechones, y después hablar de lo más sublime y lo más bello que hay en la creación del Arte; las bibliotecas cerradas, que no había corriente, en fin, un montón de situaciones negativas que en vez de apagarme lo que hicieron fue encenderme el espíritu de buscar, de crear, de siempre encontrar el lado positivo de las cosas, de apoyarse en muchas personas, de ser más humilde y a su vez más generosa, que eso tiene muchísimas cosas muy enlazadas … a medida que vas dando vas recibiendo, y encontramos muchas puertas abiertas que nos ayudaron no solo a insertarnos en un mundo cultural como el de la ciudad de Santiago en ese momento, que era muy rico (cada vez se fue apagando más, pero cuando nosotros empezamos a estudiar, en comparación al mundo cultural de Holguín, que en aquel momento era más pobre —después fue floreciendo—). Nos ayudaron a insertar en ese panorama cultural a pesar de las dificultades de movernos, de transporte, de los horarios; nos ayudaron a incursionar en eventos culturales que se desarrollaban acá en la ciudad, como Máscara de Caoba, los mismos festivales del Caribe; esos eventos que se fueron dando cada vez con menos brillo, pero con la misma intensidad por parte de muchos de los artistas. Eso nos ayudó, a los que estudiamos Historia del Arte, a mantener el deseo de conocer, de escudriñar el arte no solo en lo que decían los libros, en lo que veíamos, sino también en la vida, en la realidad, aun en medio de esas circunstancias adversas.

Yo recuerdo en ese tiempo que nosotros dijimos, no puede ser… porque justo el año antes del mío, en la universidad iban a La Habana, por lo menos, a algún evento, o los movían a algún sitio, a Camagüey a ver la arquitectura. Y nosotros ya… fue 89-90, o sea, noventa “aterrizamos” y “ya no había leche”… y bueno, se troncharon muchísimos planes… y dijimos, no puede ser que nos pase esto; nosotros nos vamos a conocer, por lo menos, la arquitectura de Cuba. Y un grupo de seis nos fuimos, desde Bayamo (que fue el único transporte que encontramos) y de ahí estuvimos en Camagüey, en Cienfuegos, estuvimos en La Habana. Eso fue muy bonito porque fuimos acogidas por la familia de muchachos de la Iglesia, que estudiaban aquí en la Universidad de Oriente (porque había muchos hasta Santa Clara), y los mismos muchachos habían hablado con sus familias de que para allá iban unas muchachitas de Historia del Arte a conocer Camagüey (que nos quedamos en casa de la familia del P. Castor), Trinidad (que nos quedamos en casa del hermano Alejandro), Cienfuegos (en casa del hermano Jorgito), en La Habana (con las religiosas del Sagrado Corazón). Y fue todo un proceso muy bonito, porque claro, íbamos viendo con los libros en la mano, observando la arquitectura, nos dio una fortaleza muy grande, que pudimos transmitir al resto del grupo, pero que además nos ayudó a conformar el grupo que nos sostuvo para llevar esos cinco años adelante. Esa experiencia la recuerdo con muchísimo agrado.

JOG: La Academia de Artes Plásticas es una institución archiconocida y prestigiosa, ¿qué vivencias puedes contar de tu paso por ella como trabajadora?

GT: La Academia de Artes Plásticas fue el primer trabajo estatal que tuve al salir de la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón, y fue para mí… con los brazos abiertos y a la vez muy difícil porque era enfrentarme nuevamente en un sistema que no entendía mucho, que sabemos la gran mayoría, de reuniones, de papeles, de cosas establecidas, muchas veces innecesarias; sin embargo, me mantuvo en el ejercicio de la vocación educadora a la cual siempre me he sentido llamada, y con un grupo interesado en lo que yo enseñaba (Historia del Arte, Estética, Metodología de la Investigación Artística). Fue muy bueno, una experiencia muy buena, porque eran jóvenes con deseo de conocer eso que yo enseñaba, pero también en un grado de conocimiento de esa materia que me motivaba a seguir investigando, a profundizar. Aprendí con ellos muchísimo de lenguaje visual, algunas herramientas necesarias para hablar a cada uno “en su idioma” o idioma visual; también pude entender los matices de los diferentes tipos de inteligencia. Establecer estos lazos de relación fue muy bueno. Lamentablemente tuve que dejarlo, pues yo vivo en Ferreiro y esto [la Academia] está extremadamente lejos, dos transportes, un gasto económico muy grande y con dolor en mi corazón quedó ahí para un próximo momento; cuando bajen de la Loma del Queque. Fue una experiencia muy buena que no creo que esté concluida.

JOG: Como responsable de la Comisión Diocesana de Catequesis nos gustaría saber qué áreas atiende, ¿niños y adolescentes?, ¿atiende también adultos?

GT: La Comisión Diocesana de Catequesis atiende especialmente la Catequesis de niños y de adultos; por supuesto, a los catequistas, que es a los que más damos nuestro esfuerzo y donde más ponemos nuestra mirada, porque ellos son los que llevan este proceso en las comunidades. Los adolescentes lo atiende la Pastoral de Adolescentes y a los jóvenes la Pastoral Juvenil.

Los tenemos divididos, compartidos no porque alguien haga una de las tareas, sino para que estén más al tanto y responder un poquito mejor a todo el panorama de la catequesis en la Diócesis y nos compartimos. En la Comisión de Catequesis está Rosi [Rosa López], Alina, ambas de San Luis, la hermana y yo, que compartimos las áreas de la Diócesis en cuanto a la catequesis infantil; o sea, lo tenemos dividido de alguna manera por relación o factibilidad o por proximidad, todo lo que tiene que ver con esta catequesis. Y la hermana Soledad, que atiende especialmente lo que tiene que ver con la catequesis de adultos.

JOG: ¿Es numerosa la matrícula?

GT: Siempre ha sido muy numerosa. Nuestra Diócesis es muy rica, muy activa, con mucha acción misionera, muy evangelizadora y por supuesto eso hace que las catequesis generalmente sean numerosas, especialmente la de niños. Y nosotros los santiagueros (porque ya soy santiaguera de corazón) somos muy cercanos, muy afectuosos, muy cálidos, muy creativos y eso ayuda a que las catequesis por lo general sean numerosas; y si en medio de eso somos buenos testigos del Evangelio, pues más numerosas aún.

JOG: Pensando en estos tiempos de pandemia que hemos vivido (y desafortunadamente seguimos viviendo), quisiera preguntarte cómo pasaste la Semana Santa del año 2020 y especialmente la vigilia.

GT: Ese primer tiempo que vivimos, esa primera etapa fue muy difícil… las dos han sido muy difíciles, pero aquello fue la primera vez, y pensábamos que “ya mismo se iba a acabar”, que si hacíamos tal y tal cosa no iba a haber problemas. Entonces, en casa, a mi esposo y yo, claro, nos tocaba eso (en la segunda también nos tocó, pero de otra manera): vamos a mantener el ánimo arriba, vamos a tratar de que los muchachos tengan sus horarios, su tiempo, y vivir en casa algo similar a lo que vivíamos en la apertura social. Eso quiso decir que nos tocaba, a mi esposo y a mí, hacer de todo: de maestros, de líderes religiosos, de repasadores, de sicólogos. Tenemos tres muchachos, que de pronto, en medio del confinamiento, son tres adolescentes ya. Vivir eso fue un reto muy grande para la familia, pero fue algo muy positivo. Y en medio de eso nos tocó vivir la Semana Santa, pero como resultado de la Cuaresma que habíamos vivido también. Tuvimos muy claro que la iglesia doméstica era en ese momento el pilar, la fortaleza que teníamos; no solo porque no teníamos nada más a lo que agarrarnos (como se dice popularmente), sino porque estábamos convencidos de que en Jesús es donde radica nuestra fortaleza. Entonces, acompañar a nuestros hijos en la vivencia de la Semana Santa fue muy importante, no solo porque pudimos celebrar cada día con la riqueza litúrgica que tocaba, sino porque aprendimos muchísimo unos de otros: hicimos como pequeños dúos, tríos para preparar las celebraciones, y fue muy rico abrirnos a lo que nos proponían ellos. Recibíamos muchos suplementos sobre cómo preparar la Semana Santa en casa, cómo vivir tal y tal día; y de pronto eso tuvo que ir quedando porque ellos nos abrieron a una manera de celebrar joven y profunda a la vez y fue muy bueno, muy bonito. Y la vigilia como culmen también, porque después de haber vivido el Jueves, que elaboramos el pan entre nosotros, que nos lavamos los pies, que lo compartimos; el Viernes con todo el significado; el Sábado y poder marcar, como estábamos en casa, el sentido general se lo damos nosotros y también como la espiritualidad completa del día: en cada momento pudimos hacer distintas cosas juntos, y la vigilia pascual fue el culmen, como lo es realmente en la Semana Santa. Fue lindo vivirlo en la oscuridad, encendiendo las luces unos a otros, en un sentido de cómo es la vida en familia, cómo nos vamos encendiendo en los detalles cotidianos, cómo nos vamos compartiendo la luz que llevamos dentro. Fue una celebración muy bonita.

JOG: En estos tiempos de pandemia, donde la salud a veces pende de un hilo y la incertidumbre nos ronda, cómo podemos sentir a Dios.

GT: El «podemos», creo que son distintas respuestas, porque la experiencia de relación con Dios es muy personal. Pienso que en estos tiempos como en todos los tiempos: en lo profundo del corazón, que siempre está, donde siempre habita Dios; en el silencio, en la oración, en la lectura de la Palabra; y también, en lo que nos van diciendo los acontecimientos y sobre todo las personas con las que intercambiamos a diario necesariamente. No es que han sido, son tiempos difíciles y en nuestro país se suman otras muchas situaciones que lo hacen más complicado aún. Pienso que reconocer que la fe es el tesoro que nos permite vivir con brillo cada día, es ya una presencia, una respuesta, un estar de Dios para nosotros. No sé cómo se pudieran vivir estos tiempos tan difíciles sin fe, pero de hecho, sé de personas con muy buena voluntad, personas que han podido vivirlo y salvar el buen humor, la alegría, pero bueno, esa es otra respuesta; la mía es que en cada uno de esos momentos de silencio, también en los de compartir, en los de leer y profundizar la Palabra que ha sido una fortaleza, también el poder recibirla todo este tiempo a través de audios o a través del verso, con la Lectio Divina diaria, todo lo que nos ha ido llegando para alimentar nuestra espiritualidad es también parte de esa respuesta de Dios a nuestra vida, que se comunica siempre de la manera más creativa, pues Él es el Creador, y Él se las agencia para ello.

JOG: Yo me pregunto, los no creyentes, los ateos, a qué pueden aferrarse, cómo pueden vivir un mundo así sin fe, en medio de situaciones tan difíciles. Nosotros, afortunadamente, tenemos a Dios, tenemos nuestra fe, y eso siempre es un apoyo. Es un bálsamo saber que podemos contar con la ayuda de Dios.

Bueno, no te puedes ir sin hacerte una pregunta obligatoria. Ya que este espacio se llama El patio de los sueños, ¿qué sueños tienes todavía en expectativas?

GT:A mí me encantaría que mis hijos crezcan en Cuba, un país donde vivamos (es un sueño) al estilo de las primeras comunidades cristianas, donde podamos compartir con alegría, con sencillez, con generosidad, donde realmente podamos poner en común las cosas, donde no haya… o sea, hay problemas, por supuesto, cosas sencillas, pero esos son los que yo no veo en mis sueños, de manera general, sino esas otras partes donde pueda vivirse con espontaneidad, con libertad, con esfuerzo pero con resultados que te permitan vivir con tranquilidad, compartir, celebrar. Por ahí va.