Si cada uno de nosotros trata de hacer el bien, se está asegurando el Reino de Dios

Entrevista concedida por Monseñor Dionisio Ibañez García, arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, en el espacio cultural El patio de los sueños, del Centro Cultural y de Animación Misionera San Antonio María Claret. 21 de febrero de 2017. (2da parte)

JOG: La Virgen de la Caridad ha sido, en los últimos años, tema recurrente en nuestras devociones. Desde la celebración del hallazgo de su imagen hasta la conmemoración de su declaración como Patrona de Cuba, lo cual ha llenado de regocijo, a sus fieles y a toda la nación. Quisiéramos conocer, según sus criterios, cómo puede la Madre de Dios ayudarnos a no perder nunca el camino de la Fe.

Mons. Dionisio: En primer lugar, si creemos que la Virgen es la madre de Jesús, sabemos que está junto a Dios, junto a él, junto a su hijo, y por lo tanto creemos en la comunión de los santos. Cada vez que venimos a la iglesia y rezamos el credo en nuestra casa, o donde estemos, y al final decimos “creo en la comunión de los santos, en la resurrección de los muertos, en la vida eterna, amén”; mucha gente dice “¿qué cosa es la comunión de los santos?”. La comunión de los santos es la relación que existe entre todos los que creemos que Jesucristo es el Señor, que es independiente… como nos une Cristo que ha resucitado, cabeza de la Iglesia, y nosotros somos santos no porque seamos perfectos, sino porque Jesús es santo y es cabeza de la Iglesia; es decir, somos santos porque el Señor Jesús nos santifica. Cuando nosotros vivimos así, no importa dónde estemos, entre nosotros existe una comunión espiritual. Eso es lo que nos permite pedirle a Dios a través de un santo; esa es la que nos permite en la Iglesia rezar por los difuntos y rezar por los vivos, por los que están enfermos, por los que tienen problemas; porque yo rezo por un hermano mío y el otro reza por mí, y se crea una comunión de oración. Quién es la cabeza de esa comunión de oración, ¿es el padre que está al frente?, no, es Jesucristo. Toda oración en la misa se la dirigimos al Padre, a Dios. Esa es la comunión de los santos.

Siempre lo digo donde hay fiestas patronales; la Iglesia declara patronos:

Uno, para que nos demos cuenta de que esas personas que llamamos santos, fueron h0mbres y mujeres de carne y huesos como nosotros, con tentaciones, con problemas, con pecados, con errores; pero que han querido vivir su Fe de manera heroica y por lo tanto, nosotros lo llevamos a los altares y decimos es santo o santa. Si ellos son hombres y mujeres como nosotros, que vivieron su época, y nosotros la nuestra, y están en la gloria junto a Dios, yo también puedo aspirar a estar en la gloria.

La segunda es que, para llegar ahí, tengo que imitarlo. ¿Cómo él luchaba en su vida para ser mejor cristiano? ¿Cómo luchaba san Francisco de Asís, que quería ser como Jesús, y quería sufrir lo que él sufrió? Ustedes saben que en la historia de san Francisco él tenía la duda grande de qué hacer, ¿dejar todas sus comodidades? Pero él decía, “es que me hace falta entregarme, yo no me he negado a vivir”. Un día vio a un leproso, al que le tenía bastante repugnancia, por decir así (ustedes saben que ahora la lepra se disfraza mucho, existen muchas medicinas; pero antiguamente vivían apartados en el campo); entonces el sintió una campanita y vio a aquel hombre y dijo, “yo descubro en ese leproso el rostro de Jesucristo; y si yo a Jesucristo le lavaría las llagas si lo viera en su pasión, yo a ese hombre tengo que lavarle las llagas”. Y esto es histórico, san Francisco fue, abrazó al hombre, le lavó las llagas y se dio cuenta de que había dado un paso más en la entrega. No todo el mundo tiene que hacer eso, ni Dios les pide que hagan eso. Pero imitando a esta persona santa eso también a nosotros, nos dice que si seguimos por ese camino…, que en definitiva es obrar bien, no hay que hacer cosas heroicas; el hacer cada día lo que hay que hacer, eso me lleva a mí a la santidad. El hermano [Orpí], el estar aquí, acompañando aquí, el hacerlo bien y tratando de hacerlo bien, eso lo lleva a la santidad. ¿Por qué?, porque la santidad es eso: es cumplir lo que debo hacer, porque de esa manera les estoy sirviendo a ustedes; él les está sirviendo a ustedes, preparando las preguntas.

La tercera, que si son personas que han escrito, como santa Teresa de Jesús, que han hablado… bueno, ¿qué dijeron ellos?

Y la cuarta, yo digo hermanos, es creer mucho en la comunión de los santos. Sentirnos unidos a todos esos santos que en su vida trataron de hacer el bien, y sentirlos cercanos. Sentirnos unidos. Cuántas personas están vivas hoy, compartiendo la vida con nosotros y decimos “fulano es santo”; por su vida, por lo que hace. Y si nosotros podemos pedir, los unos por los otros, imagínense ustedes esas personas que son, vamos a decirle así, como elegidos de Dios.

Entonces, ¿y la Virgen qué? Bueno la Virgen fue elegida por Dios entre todas las mujeres, la Virgen es la llena de gracia, la Virgen es dichosa porque creyó, la Virgen es aquella que estuvo al lado de su hijo todo el tiempo, la Virgen es la primera cristiana, la primera que le dijeron que Dios iba a nacer en su vientre, fue su primera discípula. Si nosotros decimos eso de los demás santos, ¡qué no vamos a decir de la Virgen! Por eso cuando la celebración de los cuatrocientos años, hablamos tanto de que María es la primera discípula; y si queremos seguir a Jesús vamos a imitarla a ella. Eso es lo que ha hecho que el pueblo cubano, durante su historia, que siempre ha sido muy devoto a la Virgen (recuerden que la primera que se fundó en Cuba fue la Asunción de Baracoa, un título mariano; y después estuvo Nuestra Señora de Puerto Príncipe, una de las primeras villas también), se encuentra con Dios, muchas veces, a través de la Virgen; el amor de Dios y la cercanía de Dios, el pueblo cubano lo ha descubierto en la presencia de la Virgen. Por eso es tan importante para la evangelización, para nuestro pueblo, la presencia de María. Cuando uno va al Cobre y uno dice vamos a pedir por la paz, por Cuba, por la prosperidad de todos los cubanos dondequiera que estén; la respuesta de la gente es la más sonora de todas; porque la gente ve que la Virgen une, que la Virgen representa todos estos ideales.

Monseñor Dionisio durante El Patio de los Sueños, en el Centro Claret

JOG: Apreciaríamos mucho escuchar sus consideraciones sobre la Carta Encíclica Laudato si’, del Papa Francisco, en torno al problema del cuidado de nuestro planeta.

Mons. Dionisio: Los domingos estamos leyendo el Libro del Génesis, y entre semana, en la misa, se está leyendo también. Y en el Libro del Génesis, dicho de esa manera, tipo relato, cuento, como quieran llamarlo, el autor sagrado plantó varias verdades. ¿Cuáles son esas verdades? Así, rápido:

Dios crea todas las cosas. Dios es eterno. Al principio no había nada, oscuridad. Entonces vino el soplo del espíritu sobre las aguas. Crea todas las cosas. Lo pone en siete días, porque en aquella época había que narrarlo de esa manera o parecida. Creó el hombre y la mujer, distinguiéndolo del resto de la creación.

Al hombre dice que no puede estar solo y le creó una compañera, la mujer. La saca de la costilla. ¿Qué significa? Que no la sacó de una mata, ni otro lugar; hombre y mujer son iguales por naturaleza, porque los dos provienen del mismo lugar. Fíjense que todo es simbólico, pero todo eso transmite una verdad de Fe. Y le dijo al hombre, “Todo esto es de ustedes. Enseñoréense. Domínenlo. Multiplíquense. Lo único, es el Árbol del Bien y del Mal. No trates de apropiarte, de querer decir tú lo que es bueno, lo que es malo”. Precisamente por ahí viene la cosa. Se pinta que si una manzana; muchas veces por ahí viene la picaresca, que si Eva sedujo a Adán. Pero en definitiva es la soberbia. Qué dice la serpiente, “Él no quiere que tú conozcas bien las cosas, porque sabe que si tú comes de esto te vas a convertir en dios”. Esa es la tentación, el hombre se siente tentado, la mujer se siente tentada. Entonces rompen y al romper, comen del árbol. Fíjense que todo eso es una narración, una historia. Lo primero que se dan cuenta es, “estamos desnudos”. Antes había una inocencia. Cuando hay una conciencia dicen, “he hecho algo malo”. ¿Qué ha pasado? Entonces viene la mentira: “yo no fui, es que la serpiente que fue” Vino la división… Después Caín y Abel. Vino la envidia. Fíjense que ese primer relato muchas veces se ve así, un poco superficialmente, pero ahí están todos los contenidos teológicos que hablan del sentido de la vida: Dios hizo todas las cosas para el bien de los hombres, eso no significa que el hombre pueda asumir el papel de Dios y destruir lo que nosotros tenemos, o apropiarse de ello.

La Carta Encíclica del Papa es la respuesta de que el hombre no puede jugar con la naturaleza, no podemos convertirnos en dioses. El que creó el mundo fue Dios, pero Dios es sabio, es verdadero, es justo; y nosotros los hombres ¿tenemos la sabiduría completa?, ¿tenemos la santidad completa?, ¿tenemos la justicia completa? No la tenemos. Por lo tanto, tenemos que bajar la cabeza y decir “yo también tengo que cuidar este mundo que el Señor me ha dado”. Por eso es que esa Carta es importante.

Pero fíjense que muchas veces vemos la Naturaleza y pensamos, solo en “la naturaleza”, pero la Carta Encíclica es la creación, es todo, somos nosotros. Entonces entra el hombre. Si yo digo que tengo que respetar las leyes de la Naturaleza, también tengo que respetar las leyes de las personas. Y aquí viene todo eso de no matar; de aquí sale que tenemos que respetar la Naturaleza como el Señor nos la ha dado, con toda la inteligencia que nos ha dado para modificarla, pero siempre para el bien. Por eso entramos en un aspecto tan novedoso que es, por ejemplo, el de la biotecnología; se pueden hacer maravillas con la biotecnología, pero también se pueden hacer atrocidades con ella. Si no respetamos las leyes de la Naturaleza… ahí puede ir de todo: si respetamos que a las ballenas en al Atlántico Norte no las maten, por qué vamos a querer permitir que los niños que ni la deben ni la temen, mueran. Por qué vamos a permitir que unos tengan tanto, tanto, tanto, y los demás no tengan. Por qué vamos a elegir los que son mejores para vivir y los que no que mueran… Ahora mismo esto de los atentados a los islamitas… que hagan un atentado en Estados Unidos o Europa y ustedes van a ver cómo los medios reaccionan. Todos los días matan decenas de gente en Iraq, y otros lugares, y nadie habla de eso; hoy lo ponen en la quinta página o en la última página. ¿Unos son mejores que otros? No. Entonces, es una llamada a la Humanidad; nos damos cuenta de que somos una sola cosa: Humanidad; criaturas de Dios, hechos a su imagen y semejanza; y por lo tanto, si queremos respetar la Naturaleza, tenemos que respetarnos a nosotros mismos.

Hay que ver la Naturaleza en su conjunto. El ser humano, cada persona. Por eso me parece tan importante, y por eso ha tenido tanta repercusión. Claro, ha tenido más repercusión a cuidar la Naturaleza y no se ha prestado tanta importancia al ser humano. Porque también es lo que manejan los grandes medios de comunicación, porque esas son cosas que interesan mantenerlas así.

JOG: Como Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, qué sueños o proyectos tiene usted en relación con la difusión de la Palabra de Dios en nuestro pueblo.

Mons. Dionisio: En primer lugar, debo recordar una frase del Evangelio, “ciervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Es decir, el papel mío, de obispo, de pastor, el papel de los sacerdotes, del hermano; empecé por mí pero podía haber empezado por los laicos, cada uno de nosotros, cada bautizado, el ser cristiano, es ser ya testimonio de Jesús. Al ser cristiano uno está diciendo esta frase “ciervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”; porque el ser cristiano nos une íntimamente a Cristo y nos compromete a ser testigos del Señor. Uno tiene que vivir la vida, siendo cristiano y tratando de ser cristiano, que es ser buena persona, buen ciudadano, que se preocupa por el bien por la justicia; que lucha por el bien, por la justicia, por la sociedad y por los suyos. Eso es lo primero.

Lo otro es, que uno como Pastor, dice: “no perdí ninguno de lo que me diste”, la verdad que esto es una pretensión muy grande, porque en definitiva uno no trabaja aquí para uno, sino para Dios y uno tiene que tratar de llegar al mayor número de personas. Yo como cristiano en primer lugar, soy igual que ustedes, como obispo soy un Pastor; somos iguales pero cada uno tiene su misión y mi misión es pastorear, que significa guiar, enseñar. Fíjense que el obispo tiene una triple función, como todo cristiano: la función de enseñar, la función de servir, y la de celebrar. Eso es lo que cada uno de nosotros hacemos: en la Catequesis, en la Predicación, estamos enseñando; en la Palabra estamos atestiguando; servicio, a aquellos que necesitan las obras de misericordia materiales y espirituales; y la celebración, darle gracias a Dios, darle gloria a Dios…; y vamos a terminar por donde empezamos: porque Dios es Amor. Entonces damos gracias a Dios y celebramos su grandeza.

Yo creo que nosotros tenemos que mirar siempre el momento, porque el momento define el futuro. Si ahora, los que estamos aquí (fíjense que ya no hablo de cristiano, hablo de buenas personas), tratamos de ser buenas personas; si cada uno de nosotros que sea cristiano trata de ser buen cristiano y dar testimonio de Cristo, ya se está asegurando el Reino de Dios aquí. Y eso es lo que hace el futuro. El futuro se puede ayudar, planificar, pero todo parte de aquí. Si cada uno de nosotros en esta parroquia trata de hacer las cosas como deben ser, no pensando en los caprichos de uno, el Reino de Dios se está haciendo. Si cada uno trata de hacer el bien en su barrio, sin que nadie se entere, el Reino de Dios se está haciendo. Si cada uno de nosotros alaba al Señor dondequiera que esté, el Reino de Dios se está haciendo. En definitiva nosotros regamos, pero, ¿quién es el que cosecha? Por eso intentamos hacer tantas cosas, y tenemos la comisión de Catequesis, la comisión de Cultura, aquí se hacen las exposiciones… todo eso hay que hacerlo en el sentido del servicio; servicio que lleve a la gente a ser mejor persona y a descubrir a Jesucristo. Eso es lo que yo espero como obispo.

 

Ver también: El Amor es la primera de las virtudes